Luchas por el poder / Mirian Delgado Palma
Actualmente el pueblo ecuatoriano está viviendo un tiempo de incertidumbre que afecta a la paz y progreso nacional. Esta suerte de incertidumbre esta abonada por la terquedad de ciertos ecuatorianos que no aprendieron la lección dejada por el grupo de la “época ganada”; somos rudos y necios y nos esforzamos por elegir caminos equivocados que nos llevarán con toda seguridad a perder la dignidad de seres humanos, a renunciar nuestros derechos para vivir bajo esquemas de esclavitud y servilismo y limitaciones de todo orden, favoreciendo la llegada al poder a personas impúdicas e inútiles.
Fácilmente somos alienados e interesados al vender nuestra conciencia por una migaja de pan, a creer en “imposibles”, a dar fe al lisonjero y dador de dádivas que busca desaforado el poder, pero para la reconstrucción de la catástrofe que vivimos hace más de una década. ¡qué triste realidad! No cabe la menor duda que estamos habidos de emular situaciones angustiosas y degradantes que viven nuestros hermanos del planeta gobernados por la corriente socialista.
El pueblo sin mayor educación es fácilmente manipulado, cuando por cualquier novedad de tinte politiquero, se les convoca y se les obliga en ciertos casos a aglutinarse y emprender marchas “pacíficas”. La gran mayoría no saben ni por qué, ni para qué son forzados a desplazarse de sus lugares habituales; los líderes hábilmente posicionan en la mente de las comunidades la defensa de los “intereses nacionales”, slogan que usan como trampolín para satisfacer las ambiciones personales y grupales.
Las luchas intestinales por el poder buscan en los inocentes y cautivos ser utilizados como “burropié” para que puedan subir los más astutos, según ellos “los sabios” que nos quieren gobernar. El jugar con los sentimientos colectivos, el crear situaciones de inconformidad y angustia son formas antidemocráticas que limitan las libertades humanas. Eso se llama deshonestidad.
La lucha por el poder y el ejercicio abusivo de éste daña a la gente, induce a que se tomen decisiones equivocadas a sabiendas de que lo son y de que desfavorecerán a las personas, por el hecho de que convienen exclusivamente a un grupo político. Entre tanto la población esta quebrantada, desatendida, sufriendo miseria, empobrecida y conformándose con dádivas a cambio de su “voto equivocado”.
La disputa por el poder debe instituirse mediante la comprensión diáfana de las metas y los programas necesarios para salvar al Ecuador de la encrucijada en la que hoy se encuentra. El debate por el poder debe ser limpio y transparente, y que el ejercicio del poder se centre en buscar alternativas comunes que favorezca al pueblo, que es lo que la sociedad espera.
Si el ejercicio del poder tiene su respaldo en las urnas, también el pueblo tiene que hacer buen uso de aquel poder delegado, mediante la acumulación de una red de información que permita a la población formarse criterios sobre el desempeño de la función pública, si aquella no funciona vendrá la revocatoria del mandato. Sólo una sociedad organizada tendrá la capacidad de cesar o permitir la continuidad en los cargos de los funcionarios que fueron designados para trabajar por el bienestar y la unidad nacional.