Luis A. Martínez y el Oriente. 1905
Entre mis investigaciones del pasado, me encuentro con un valioso documento que al transcribir suman 12 páginas que deberían ser conocidas por quienes guarden esa fe en lo que representa la Amazonía, la que nos queda después de las mutilaciones, para el desarrollo de la Nación, tal como pensaba románticamente Martínez; puesto que ahora, en época de gobiernos entreguistas, solo se mira el despojo de la riqueza territorial en beneficio de las élites que nos manipulan sarcásticamente.
Se trata de una “Conferencia por el Sr. D. Luis A. Martínez, Miembro Honorario y Colaborador a la Sociedad Jurídico Literaria.- Quito Imp. Nacional. (Hemeroteca de la Ciudad de Ambato)”. Fue publicada en Quito, en junio de 1905, cuatro años antes de su muerte en 1909 a los 40 años de edad, muerte prematura para un gran idealista que, en esta conferencia plasmó apasionadamente la idea de llevar el ferrocarril al Curaray para defender el territorio que ahora rememoramos como parte de nuestra tragedia histórica.
“… Además, vosotros jóvenes que me escucháis, vosotros sois los que mañana deberéis responder ante el mundo de la herencia legada por los hombres de la Gran Colombia, vosotros sois de la falange activa que abate murallas, rompe trabas y conquista ideales; y al dirigirme a vosotros, me dirijo a la juventud ecuatoriana que hoy rebulle como inquieta colmena en toda la extensión de la República, buscando anhelosa la consecución de la gloria y la realización de las legítimas aspiraciones.
Y gloria y fama, riqueza y ventura, allí se están, tras de esa mole nevada de la Cordillera, allí, en ese océano de frondas misteriosas y desconocidas, allí, en ese dédalo de ríos inmensos, hoy solitarios y mañana mensajeros de la vida de un gran pueblo, allí, en esa tierra del oro y de la poesía infinita del misterio, allí, en el Oriente.
Hablaré pues sobre la conquista del Oriente.
De propósito no tocaré la tan dilucidada cuestión del derecho de propiedad que tenemos sobre esa parte del territorio patrio. Para mi es un dogma, algo más, una verdad resplandeciente como el sol, el dominio ecuatoriano de ese emporio de riquezas ignotas; y el que un vecino astuto y atrevido haya sentado el pie en nuestra casa mientras dormíamos, no es motivo suficiente para desconfiar de nuestro sagrado derecho; solo que es necesario apoyar ese derecho sagrado en algo más sólido y eficaz que el derecho mismo: en la ocupación, en el usufructo de esas riquezas.
Y mi conferencia versará, pues – y os ruego que me prestéis atención benévola – sobre los medios necesarios conducentes a esa ocupación, a ese usufructo. La materia es árida, no hay duda, pero no siempre lo más florido y agradable fue lo más útil al país, en cuyo nombre y a lo mejor de él, me dirijo en este momento.
Haced cinco partes de la extensión del territorio patrio. Una está representada por la Costa, otra por la Sierra y tres por el Oriente, suponiendo que nuestros derechos vayan por el Norte solo al Putumayo y por el Sureste hasta el Amazonas. Agregad ahora que esas tres quintas partes son las más ricas, las más fértiles, las más bien regadas del territorio y tendréis una idea cabal del problema…”. (O)