Malos gobernantes / Mirian Delgado Palma
Los ecuatorianos estamos viviendo una cruda realidad que se ha desencadenado en una convulsión social que afecta una convivencia armónica, saludable y de progreso. Lo ideal y lógico sería que todos los ciudadanos honremos a nuestra Patria mediante la práctica de los deberes cívicos morales y éticos.
La descomposición social ha tocado fondo, por la pérdida paulatina de los derechos de las personas, aniquiladas por los impávidos gobernantes que ahogaron sus sueños de mejores días; y, hoy agonizan bajo los tentáculos de los leviatanes que nos gobiernan.
Se ha institucionalizado un Estado muy peligroso y de alto riesgo por el desate de la delincuencia que cada día se esmera en presentar escenas macabras, exhibiendo sarcásticamente la forma como les liquidan a los seres humanos de toda condición social. Me pregunto: ¿A quienes les corresponde proteger y dar seguridad al pueblo con leyes que castiguen sin compasión ni selección a los que delinquen?
Vivimos una etapa de crisis en todo orden, siendo los principales protagonistas aquellos que tienen en sus manos la gobernabilidad del Ecuador. Dentro del pensamiento político está inmerso el aspecto económico y las instituciones políticas que influyen sobre las condiciones materiales de la vida humana.
Lastimosamente, el deber ineludible de aportar y apostar por un Estado que tenga como emblema la paz, el bienestar social y el progreso nacional, está en las manos de quienes llegaron a las altas esferas de gobernabilidad que no trabajan para su pueblo como así lo prometieron. Hoy la Asamblea se ha prostituido, buscan acuerdos y pactos impúdicos, bajo la mesa negra de las negociaciones.
Otrora, el Ecuador era considerado como un paraíso, hoy se ha transformado en un infierno. El sobresalto y la angustia en la que vivimos el día a día, propios y extraños, nos ha restado la tranquilidad ciudadana. De continuar con la insensatez de los electores para elegir correctamente a los representantes del Estado, viviremos sentenciados a padecer hambre, miseria y dolor.
Mientras las cúpulas actúen con óptica discriminatoria, resolviendo unos problemas e insensibles frente a otros; los acontecimientos seguirán avanzando y acumulándose de inquietudes e incomodidades que luego se hacen difíciles de resolver, debido a los diabólicos acuerdos que les permite trepar a estos aciagos servidores por las escalinatas de la inmoralidad, y con ello saciar sus exorbitantes ambiciones.
Si queremos poner fin a este infierno, es indispensable seleccionar administradores eficientes, políticos bien intencionados, gobernantes probos, ciudadanos capaces para reorientar los caminos de la Patria y abracen a su pueblo con amor y unción cívica. Esta debe ser nuestra ineludible responsabilidad y no sumergirnos en un mar de lamentaciones sin que seamos los constructores de los caminos de redención.