Martha Sepúlveda / Fabricio Dávila Espinoza
Las últimas semanas, el nombre de Martha Sepúlveda, ciudadana colombiana de 51 años alcanzó una notoriedad muy marcada en la opinión pública. La situación de enfermedad de esta mujer y su intención de morir de forma asistida abrió el debate alrededor de la eutanasia en su país y en la zona de influencia regional.
La discusión sobre los pros y contras del acto de provocar la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable para evitarle sufrimientos, tiene como principal referencia la experiencia holandesa, dada su larga trayectoria en esta materia. En el Reino de los Países Bajos, el primer indicio de legalización de la asistencia médica para morir apareció en 1973, con el dictamen absolutorio de la Dra. Postma por el Tribunal de Leeuwarden. La legalización definitiva fue conseguida en el 2002.
Otros países han replicado la experiencia holandesa: Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Canadá, Colombia, España, Portugal, Nueva Zelanda, Chile, México, Suiza, Argentina y algunos Estados de EE UU y el Estado de Victoria en Australia. Aunque la legislación de cada país o Estado contempla regulaciones específicas y nombres diferentes, el resultado final, no deja de ser el mismo.
En el caso colombiano, la Corte Constitucional en 1997 despenalizó lo que considera “homicidio por piedad”. Según esta norma, los ciudadanos, pueden hacer uso del “derecho a la muerte digna”, si padecen una enfermedad grave e incurable que le genere dolores insoportables. Además, una sentencia del 2021 permitió el acceso a la eutanasia para lesiones corporales o enfermedades graves e incurables y eliminó la barrera de la enfermedad terminal.
Con estos argumentos, Martha Sepúlveda, tenía planificada su muerte el pasado 10 de octubre, hasta que el Instituto Colombiano del Dolor, anunció la suspensión del procedimiento. Sin embrago, días después, un juez revocó la suspensión de la eutanasia. Todo parece indicar que la muerte de esta mujer se cumplirá próximamente.
Ahora, el debate está abierto en el Ecuador. Frente a los criterios a favor y en contra, cabe decir que la vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador. Pero si esta verdad no es válida para los ciudadanos que defienden la independencia del Estado y la religión, también es válido recordar, que la Constitución consagra el derecho a la inviolabilidad de la existencia, como el primero de los principios y derechos. (O)