MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL
La vida, nos demuestra que no siempre es maravillosa y perfecta. Lógico, cómo saber
que es así si no existieran esos momentos que nos sentimos en un callejón sin salida, sin
fuerzas, engañados, decepcionados, con sueños y anhelos frustrados, desilusionados del
cinismo de la gente, derrotados o arrepentidos, al borde de la desesperación de ver tanta
injusticia y tanta maldad agigantada del hoy. En dónde quedó lo justo, lo bueno, lo
auténtico. A veces ocurren tragedias que nos hacen preguntar si las cosas volverán a ser
como eran y nos sentimos sin fuerzas para volver a empezar.
Las experiencias y las emociones producen éstas, moldean nuestro cerebro y su
funcionamiento. Ante la desazón, la ansiedad detiene nuestro proceso creativo.
La negatividad, la falta de ilusión, “ahogan” los centros cerebrales que impulsan la
creatividad. La desesperanza conduce al pesimismo. La proyección de vida depende de
cómo si a la crisis lo vemos cómo peligro u oportunidad y eso marcará lo que nos
suceda.
Los soliloquios (reflexiones interiores en voz alta y a solas): “quizás mi problema no
sea tan grave”, “tú puedes”; “saldrás adelante”, “no pasa nada” empujarán a levantarnos
y además está demostrado que el optimismo mejora nuestras defensas. Tejer y “rumiar”
pensamientos de pesimismo en constante conversación negativa en nuestro interior no
da paso al presente, a lo existente a ver la otra cara de la “moneda”, pues llámese
conflictos, errores, o lo que sea, deberán ser aprendizajes. El mundo se halla en
conspiración constante contra los que valen mucho.
Además, hay que entender que en muchas ocasiones los mayores triunfos y
realizaciones en esta vida germinan y se levantan teniendo como semilla esos momento
de conflicto y desesperanza. El genio y médico, premio Nobel de Medicina Santiago
Ramón y Cajal en 1906 descubrió el rol de las neuronas en el cerebro hace más de 100
años, dictó aquella frase que hoy la ciencia está demostrando cada vez más: “Todo ser
humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”, entendiendo que
proponerse para él, era estar realmente comprometido. Quizás, salvando los severos
trastornos psiquiátricos, el estado afectivo de una persona, su compromiso, su ilusión,
su determinación y su persistencia generan un impacto en la arquitectura celular de
nuestro cerebro, en la proliferación de las células pluripotenciales, la migración, la
diferenciación, la sobrevivencia de las neuronas nuevas, así como la integración de éstas
en los circuitos neuronales cerebrales existentes.
Alejandro Magno faraón de Egipto era jorobado, Homero, un trovador de poesía épica
era ciego, Renoir pintó sus mejores obras con los dedos deformados por su artritis con
el pincel atado a la mano, Friedrich Händel tenía el lado derecho paralizado cuando
compuso su máxima obra Hallelujah, Thomas Alva Edison estaba sordo cuando inventó
el fonógrafo, Einstein tenía ‘dificultades de aprendizaje’, según sus profesores, a los 16
años lo expulsaron del instituto, diez años después desarrolló la teoría de la relatividad.