Amenazas emocionales

Columnistas, Opinión

Dentro de nuestra sociedad, en ocasiones, se experimenta malestar debido a múltiples confusiones fundamentales. Cada vez es más frecuente que las personas confundan los privilegios con los derechos, la objetividad con la subjetividad, el deseo con la voluntad, lo que se quiere con lo que se necesita, el precio con el valor, la opulencia con la realización personal, la realidad con la apariencia, la uniformidad con la igualdad, el malestar con la enfermedad, etc. Las personas se causan a sí mismas y a los demás mucho sufrimiento innecesario debido a que les han enseñado a distinguir entre ofensa y daño. Quienes se ofenden ejercen un papel activo en el hecho de sentirse ofendidos. Si alguien intenta ofenderle, siempre queda la opción de negarse o aceptar la ofensa, siempre y cuando sepa cómo hacerlo. No puede ofenderse sin su propio consentimiento, pero sí le pueden hacer daño, intencionado o no, sin su consentimiento. Se puede sufrir daño, un pisotón sin querer o si le alcanza un rayo, aunque haya aceptación o rechazo, el daño físico ya está hecho. El daño es una sola vía, mientras que la ofensa circula en ambos sentidos, es decir que alguien puede maximizar su bienestar negándose a sentirse ofendido, o maximizar su malestar buscando la ofensa en cada esquina. Epicteto dijo: “No nos perturban las cosas sino las opiniones que nos formamos al respecto”. 

En general tenemos poca capacidad de resolver o conducir correctamente situaciones nuevas, agradables o desagradables. Los pensamientos negativos, los sentimientos negativos, las actitudes y las acciones negativas respecto al pasado, al futuro, a nosotros mismos, a los demás y al mundo no existen como tales, sino más bien son pautas desarrolladas creativamente para reducir las probabilidades de volver a sentirnos heridos, humillados, rechazados, etc., son patrones de pensamiento que sirven para protegernos contra el fracaso y la crítica, en verdad son armas contra las amenazas emocionales. La duración, profundidad y la frecuencia del miedo, ansiedad, odio, depresión, tristeza, soledad, desesperanza, desesperación, ira, celos, está determinada por la intensidad de los juicios erróneos hechos por cada individuo y la forma adecuada de reaccionar en el momento preciso no está necesariamente en relación directa con el nivel académico de éste.

En una sociedad libre, no deseamos ni deberíamos desear controlar el pensamiento o el habla de las personas. Por tanto, se debe alentar a la gente a pensar con libertad. Debemos aprender desde tempranas edades que, con frecuencia, experimentaremos toda suerte de malestares durante la vida, provocaciones, rechazos y muchas otras formas de crueldades sociales. Pero ningún insulto es causa justificable para un contraataque violento. Debemos cultivar un sentido interno de mérito moral propio de forma que las palabras no nos ofendan tanto. Lo que otras personas piensen o digan de nosotros es mucho menos importante que lo que somos ante nuestros propios ojos. Hay que explotar el sentido de valor humano intrínseco como mecanismo de autodefensa moral, así habría menos ira que gestionar, por todas partes. (O)

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

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