El caparazón del dolor interno / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

La salud, estado natural del hombre, no sólo es ausencia de enfermedad, sino es el equilibrio físico, mental, espiritual y social, esa alegría y entusiasmo por vivir. Hoy por hoy, con un “aguacero” de pandemias: la heredada crisis económica por un largo tiempo de saqueo estatal, el COVID-19, los paros que hicieron quebrar a mucha gente, la desatada e incontrolable inseguridad social, el pulpo del narco que abrazo a casi todas las instituciones y sus miembros para convertirnos en el principal acopio de innumerables carteles, el tiempo es cada vez más apremiante, la vida frenética y atropellada actual con su estrés y ansiedad incluida, la situación económica familiar de la mayoría es cada vez más limitada, la vida de los jóvenes ya no es el mundo de los juegos inofensivos, sino es una jungla dentro de una montaña rusa emocional, perdiendo gran parte de su sentido de sí mismos,  son vulnerablemente amenazados y por lo tanto viven en un estado de miedo, de carencia, de inconformidad y pérdida de identidad.

El conflicto entre el ego y sus verdaderas necesidades, para algunas personas que “tienen”, es infinito, se esfuerzan no sólo por tener más cosas, sino porque éstas sean más caras, buscan acaparar todas las formas posibles de placer, nunca se satisfacen y viven en un inagotable sentido de competencia.

La última vez que alguien experimentó una crisis de miedo, culpabilidad, vergüenza, decepción, pesar, remordimiento, ira, desesperanza, aturdimiento, rencor, etc., esa persona repitió una y otra vez ¿Por qué?… la mente no acepta el sufrimiento, ¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecerlo? Si Dios existe ¿Cómo puede permitir este sufrimiento tan terrible?…

El sufrimiento es considerado parte de la vida y por tanto inevitable, el cuerpo físico está expuesto a hambre, violencia, accidentes, envejecimiento, muerte, etc. Parecería por tanto que es natural que debamos sufrir, opinión relativamente fatalista porque demuestra ser incurable. Otra respuesta es religiosa, que el sufrimiento es producto del pecado y de malas acciones, es decir que el sufrimiento viene de adentro y no de afuera, pero esta respuesta encierra optimismo ya que es posible la redención. Otra respuesta encierra un mensaje espiritual y el sufrimiento se prolonga hasta tanto ese mensaje sea oído y concebido, es decir que del sufrimiento puede brotar amor, y éste es el mensaje oculto al interior de todo sufrimiento, elimina lo interior o exterior, lo físico o lo mental, nos hace ver como espíritu puro, aunque experimentes la tragedia, ésta no te toca.

Nuestras reacciones negativas tienden a ser fatalistas, de obsesión de un pasado frustrado (si hubiera…, era de…, etc.), de magnificar y encunetarnos en las dificultades, de creer que somos los que más sufrimos en el mundo. Sea cual fuere la respuesta ideal al sufrimiento, nuestra actitud frente a éste hará que se prolongue o se acorte, se estacione o se libere, dependerá de razonamientos para encerrarnos o no, de buscar la ayuda más efectiva y oportuna para cada uno de nosotros. Una multiplicidad de signos y síntomas de enfermedades complejas son el caparazón del dolor interno. (O)

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

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