¿Enterrar las emociones?

Columnistas, Opinión

En la U. de Rockefeller, Estados Unidos, en el laboratorio de psico-neuro-inmuno-endocrinología, donde se estudia y se investiga correlativamente los procesos mentales, las sensaciones, las emociones como respuesta a lo percibido, la conducta, la personalidad, el estado de ánimo y el comportamiento del ser humano y la íntima relación con el sistema nervioso y éste con las defensas y las hormonas. Es allí dónde se está estudiando a profundidad la relación entre las emociones, el efecto del perdón como antídoto de la ira  y los cambios existentes en la secreción de hormonas, que inicialmente éstas son nuestras combatientes del estrés pero que su liberación constante e inadecuada por largos períodos de tiempo debido a una mala administración emocional produce inhibición del sistema inmunitario (baja de defensas), alteraciones funcionales del sistema nervioso y el consecuente resultado con presión alta, alteraciones cardíacas, aumento del  nivel de glucosa en sangre (diabetes), enfermedades crónicas, generalmente de causa no clara y enfermedades alérgicas a repetición de difícil tratamiento medicamentoso.

Ira, miedo, tristeza, alegría, resentimiento, frustración, son algunas de las más importantes emociones con las que nosotros vivimos, son innatas y adaptativas. Forman parte de la teoría materialista dialéctica primitiva Oriental, y también de las fases que identifican las etapas de transformación, de los patrones de expansión y de contracción, del florecimiento y la decadencia, del estar o no en armonía con el universo, tomando en cuenta que los procesos fundamentales del universo son una herramienta muy importante a la hora de comprender el mundo.

Emociones estas que la Medicina Oriental inclusive las vincula con relación de correspondencia a órganos, tejidos, secreciones, sentidos, etc. Por ejemplo, la ira con hígado, vesícula biliar, tendones, ligamentos, uñas, lágrimas, la vista, el sabor ácido-agrio. La alegría con el corazón, intestino delgado, lengua, vasos sanguíneos, sudor, habla, amargo. El miedo con el riñón, vejiga, huesos, cabello, esputo, oído, salado, y así con una coherencia y coincidencia asombrosa de todos estos componentes que existen en la naturaleza. Estas emociones son parte vital de una persona y ayudan a sobrevivir y a adaptarnos en este mundo. Sin embargo los seres humanos vivimos enfrascados en una milenaria disputa interna difícil de resolver. Vivimos enredados entre lo que nos gustaría hacer y lo que debemos hacer, con una necesidad enfermiza de aprobación de los demás, entrampados en convencionalismos paralizantes, nadando en las postergaciones bajo falsas excusas, sintiéndonos mal, culpándonos con un remordimiento por algo que sucedió en el ayer, con miedo y preocupación exagerada a lo que nos pueda traer el mañana; con tendencia a quedar inmovilizados emocionalmente observando que la injusticia, la inseguridad y la corrupción saqueadora y empobrecedora de los politiqueros ya es una constante en la vida y un buen “ejemplo” a seguir o es que ellos son verdaderamente los que nos representan reflejando nuestro modo de ser característico.

Pero lo emocional-afectivo es parte de nosotros y querer enterrar las emociones es muy peligroso para nuestra salud, envejece, acorta la vida y predispone a muchas enfermedades. (O)

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

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