¡Ja, ja, ja!
La risa, como dice un proverbio japonés es el tiempo que uno pasa con los dioses, el mejor lubricante de las relaciones sociales, cuesta menos que la electricidad y da más luz, es el idioma universal de los hombres inteligentes, una verdadera fuerza vital, la única capaz de mover lo inconmovible, la mejor forma de contribuir a cambiar ese mundo gris que nos acecha cada día, el mejor masaje para el corazón y el bálsamo para las preocupaciones; la revelación del estado del alma que emana del corazón hasta nuestro rostro, lo más generoso que podemos dar a nuestros amigos y el consuelo de los tristes, y es, sobre todo, el “vestido” más resplandeciente de un corazón bondadoso.
Humor y felicidad son genuinamente humanos y universales, se asocia a llevarse bien con uno mismo y con el entorno, saber que la vida tiene sentido y que, si uno puede reírse de los impedimentos para ser feliz, es que los puede superar. La sensación de que uno vive en el camino correcto y que siente felicidad hasta en los momentos tristes que nos toca vivir. Si alguien cree que está triste porque las cosas le van mal, será importante más bien que se dé cuenta de que le van mal porque está triste.
Leamos despacio que sucede en el cerebro cuando nos reímos y sabremos su vital importancia: El sentido del humor requiere de una mente ágil y flexible ya que los procesos de entender el chiste, encontrar lo divertido y reírse se sincronizan muy rápido, así los receptores de la vista y el oído envían los datos al cerebro, el hemisferio cerebral izquierdo comienza a ordenar los datos recibidos mientras tratamos de acertar el final lógico de la historia, se activa una pequeña parte en el hemisferio derecho que nos permite imaginarnos la historia desde una perspectiva absurda, para entender ese absurdo utilizamos dos zona implicadas en el procesamiento del lenguaje, además utilizamos la memoria a corto plazo, entonces lo lógico y lo ilógico se encuentran en el tiempo y aparece lo absurdo ya que nuestro cerebro dispone de una “central anunciadora de errores” de la corteza frontal y para que se produzca el sentimiento de diversión y la carcajada es necesario que se active el área ventral tegmental del tronco cerebral para que se produzca dopamina (hormona de la felicidad), ésta estimula el sistema de recompensa en el núcleo accumbers y éste envía señales de felicidad a la corteza prefrontal y se produce la reacción eufórica. Tengamos en cuenta que encontrar algo más o menos divertido es muy personal y depende de la intensidad de la emoción provocada.
Parece que es cierto que si reímos el mundo entero ríe con nosotros, Sophie Scott, autora de un estudio publicado en la revista Journal of Neurosciencede Inglaterra demuestra que cuando observamos una cara sonriente se activa las llamadas neuronas espejo que nos impulsan a sonreír, en esto se basa también la risa contagiosa y que en los países orientales son los más solicitados en las sesiones de risoterapia que realizan en parques de manera cotidiana, pues los efectos benéficos de ésta en nuestra salud son igualmente efectivos porque al cerebro no le importa si nos reímos por un buen chiste o simplemente como “idiotas”. Faltaría tinta para compartir los efectos benéficos de la risa a nivel físico y mental en estudios científicos. Basta nombrar a William F. Fry, el fundador de la gelotología (del griego gelos “risa»), la terapia del humor (laughing-yoga) promocionada por el médico hindú Madan Kataria y la propuesta del famoso movimiento creado por el Dr. Hunter Adams en los 70, cuando inició la terapia de la risa con los pequeños pacientes internados en hospitales de Estados Unidos.