¿Perdimos toda noción?

Columnistas, Opinión

Cada uno de nosotros conocemos de cerca un buen número de personas cómodas, conformistas (el conformismo es el carcelero de la libertad y el enemigo del crecimiento), que no quieren estudiar, que no quieren trabajar o se conforman con trabajos de poca paga, sin deseos de superación, que no conocen el sacrificio ni el esfuerzo; sin embargo, conviviendo en libertad, respetamos sus vidas y hasta podemos entenderlas ya que pueden apoyarse en el “Derecho a la pereza” que defendía con sus ideas Paul Lafargue, el yerno cubano del político alemán Karl Marx, pero lo que no es respetable y es totalmente injusto es que, por imposición, pretendan vivir igual que aquellas personas progresistas, luchadoras de vida que se ha “matado” estudiando muchos años, y que, con pujante sacrificio y disciplinado trabajo, ha conseguido réditos.

Son personas que lo juzgan todo, que se “cubren” con filosofías utópicas de igualdad, respiran, en vez de amor, odio, envidia y resentimiento social. Correlativamente a su frustrada vida promueven y hasta tratan de imponer violentamente ideas que, a través de la historia, han sido un fracaso económico, cultural, moral y social.

Ciegamente admiran e idolatran al líder y su grupo, sin tener la capacidad de ver que a éstos solo les interesa el poder y hacerse millonarios rápido y sin esfuerzo pregonando nada más falso como la “justicia social”, valiéndose de muchos impuestos, violentando y usurpando la propiedad privada, forman cantidad de instituciones estatales que terminan hundiendo la economía de un país y empobreciendo a la gente hasta generar miseria, hambre y odio.

Ahora terminamos siendo testigos de algo que no es lo mismo, pero es casi igual, ¿Acaso la expropiación a la propiedad privada no es algo parecido a que alguien con pistola en mano se lleve un celular, el carro, las cosas de la casa, del negocio que tanto esfuerzo cuesta conseguir?

Acudiendo a la lógica racional y al sentido común vemos claramente que estos individuos nunca hacen lo que dicen ni nunca dicen lo que verdaderamente piensan, entonces nos preguntaríamos si es una enfermedad, un problema de moral o definitivamente termina siendo un problema del alma. Parece ser que, en el fondo, esconden su resentimiento, su envidia por el que le va bien y su sentimiento de fracaso, bajo la cortina del buenismo y de la caridad, quitan a unos para darles a otros simulando como que ellos fueran los generosos que les están dando dádivas, pero gran parte de esa usurpación es para su enriquecimiento finamente tramado.

Aplaudirlos es como que una vaca aplauda al carnicero o como aplaudir al cajero automático cuando nos da dinero, nuestro dinero. Parece que hemos perdido toda noción de quienes son. Ellos no tienen por qué hacerse ricos ejerciendo los servicios que nosotros los pusimos a realizar, ellos tienen que hacer riqueza para todo un país. Pero qué sucede, ya no quieren dejar esos puestos, y que paradoja, ellos, siendo nuestros empleados se vuelven cada vez más ricos y nosotros que somos sus jefes cada vez más pobres. Algo no está bien, es hora de abrir los ojos.  (O)

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

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