Mentes privilegiadas / Jaime Guevara Sánchez
En las últimas semanas, la televisión ha presentado varios programas sobre la vida y obra del Premio Nobel Gabriel García Márquez. Programas que han tenido la virtud de fortificar el interés por la novela. Género del idioma que fue parte contagiosa en las clases de literatura de los años mozos. Generaciones guiadas por la sapiencia de maestros como Ponciano Mera aprendieron a analizar y asimilar la profundidad de obras maestras de todos los tiempos.
Estimo que el caso del novelista colombiano es un ejemplo personal que ha inspirado a un sinnúmero de escritores en otros países.
Los hombres que han dedicado su vida y talento a escribir han encontrado en la novela una forma una forma ideal que permite confrontar realidades contemporáneas que se consideran fantásticas, perplejas, atroces, jocosas.
En la novela los escritores enfrentan verdades que vistas a través del ojo clínico de la cámara de televisión o del reportaje de otros medios, desafía la descripción racional. ¿Cómo puede uno describir adecuadamente la realidad de América central, por ejemplo, donde hay innumerables casos de vidas que no tienen valor alguno? ¿O la cruda autenticidad de nuestro continente con grandes segmentos de población callejera que sufre hambre? ¿O la veracidad de Africa donde las hostilidades interraciales determinan el curso rutinario diario de una vida durísima?
Los novelistas han encontrado una forma de explicar. El novelista Salman Rushdie denomina “cuento moderno de hadas”. Las suposiciones operativas que hay detrás son realidad que trasciende ya nuestra capacidad de comprenderlas, entonces quizá podemos verlas con mayor claridad exagerándolas en dimensiones completamente nuevas; dentro de mundos fantasmagóricos de magia, locura y exuberancia que ofrecen, sin embargo, una imagen de espejo de nosotros mismos.
Es lo que Gabriel García Márquez, en Cien Años de Soledad y Salman Rushdie, en Hijos de Media Noche, han presentado en una escala panorámica. Es también lo que J.M. Como etze ha realizado en Esperando por los Bárbaros.
La inteligencia de los novelistas, convertida en creatividad realistas no tiene fronteras…hoy, mañana, siempre. (O)