Migrar / Esteban Torres Cobo
¿Qué le puede llevar a un individuo a plantearse la idea de dejar su país por otro que apenas conoce? ¿Qué fuerza le puede llevar incluso a arriesgar su vida para lograrlo? La supervivencia, sin duda. Pero sobre todo el deseo de un mejor futuro. El de la oportunidad donde ya no la ve. El migrante es un aventurero y un arriesgado. Muchos compatriotas engrosan las listas de migrantes hacia los Estados Unidos y otros países y ponen su vida en riesgo para lograrlo. Y, lamentablemente, lo que ambicionan no siempre se cumple. No siempre se logra el sueño americano ni la vida esperada. A veces sí, pero con mucha suerte y trabajo extra duro.
El migrante es también esperanza en muchas familias ecuatorianas. Es el sustento de madres ancianas o de hijos pequeños. Es el financista de casas y de estudios superiores. Es el héroe que cumple en silencio. Porque solo él sabe con el costo que se envían esos dólares a los seres queridos. Y lo hacen con tanta responsabilidad que se convierten en índice macroeconómico de un país. Compiten con las exportaciones y el petróleo. Ese es el recurso tan valioso que cuantifican.
El migrante también es vacío. Es el ser querido que ya no está y el habitante que ya no habita. Es el pueblo rural sin gente y sin vida. Es la ruralidad vaciada y anciana, sin capacidad de reactivarse. ¿Cuántos pueblos ecuatorianos comenzarán el envejecimiento de los españoles, por ejemplo? ¿Cuántos se quedarán con 500, 600 u 800 habitantes?