Mirando de frente
Una mirada selectiva y prudente ante la opacidad del mundo que nos rodea, nos libera de la insensatez de someternos a designios heredados como lo hacen los “progres” respecto de diversas tendencias y fenómenos contemporáneos que están acabando con el sistema democrático, aunque en algunos casos se presenten como avances o cambios necesarios, ya que finalmente están erosionando los principios fundamentales de la democracia.
Necesario será empoderarse, tomar control de nuestras vidas, decisiones y acciones, para vencer ese mundo de opacidad. Y que mejor que informarse y educarse constantemente, creer en uno mismo y en las propias capacidades para entender el entorno, enfrentar los desafíos, superar obstáculos y tomar decisiones en correspondencia.
Porque enfrentar la opacidad requiere valentía y determinación, pero con las herramientas y el enfoque adecuados. Sobre todo, en momentos como los actuales en que deberemos dar la cara a la «feria de opiniones y opciones políticas» que subraya la importancia de la diversidad, el debate y la participación de los ciudadanos en el proceso democrático.
La percepción de que los políticos y las instituciones no representan adecuadamente los intereses y preocupaciones de los ciudadanos puede llevar a la apatía y la desconfianza en el sistema democrático. Para contrarrestar estos desafíos, es esencial fortalecer las instituciones democráticas, promover la educación cívica, proteger los derechos fundamentales, garantizar la transparencia y la rendición de cuentas, y fomentar un diálogo inclusivo y constructivo en la sociedad.
Retomar algunas de las tesis que buscaban el fortalecimiento de los partidos políticos, pero ajustarlas a la realidad, para evitar dispersiones y diversiones políticas, que terminan con la idea democrática de la representación ciudadana.
Solo de esta forma, abiertos a informarnos, educarnos y confiando en nuestras capacidades, podremos enfrentar y superar esa metáfora que refleja la diversidad y la amplitud de puntos de vista y propuestas que hoy existen en el ámbito político y circunvalan sin restricciones en nuestro entorno.
Finalmente, no es un tema de derechas e izquierdas. Es un asunto de convicciones e interés nacional, que supere la mezquindad ideológica y aperture la necesidad de mancomunar esfuerzos privilegiando el bienestar de la población y del país, de manera que los caudillismos -de todos los colores- se diluyan frente a liderazgos legítimos.
Si no lo hacemos o por lo menos advertimos el problema en toda su magnitud, difícilmente podremos evitar ser conducidos a realidades regionales que ahora cuestionamos desde la distancia.
Es tiempo para dolernos y aprender del dolor ajeno.
La mirada selectiva -en nuestro caso- debe dejar de ser compasiva y volverse propositiva, si en verdad queremos avanzar y superar las crisis: social, política, económica y de seguridad (jurídica, ciudadana e institucional) que nos afecta y condiciona. (O)