Monopolio feminista / Esteban Torres
El virus del feminismo más insulso ha llegado al juego de Monopolio. Al juego de mesa, apto para niños y famoso por hacer el capitalismo agradable hasta para los más zurdos paladares.
La sorpresa ya no tiene límite. En el juego, y por el solo hecho de ser mujer, una jugadora recibe más dinero que un jugador hombre cuando pasa por la casilla de inicio y ya no invierte en casas y hoteles sino en empresas de wifi y calefacción.
Esto se explica por el triunfo del feminismo más deformado en varios sectores. Desde el sector público hasta los juegos de mesa. ¿Deliberadamente un juego enseña que se tiene que recibir más por ser de un sexo u otro?
El feminismo, antes de deformarse por completo, constituía una lógica y positiva herramienta para lograr la igualdad de la mujer frente a la Ley. Inexplicablemente, muchas sociedades se construyeron sobre una base que no permitió a las mujeres derechos tan básicos como el de votar, de contratar o de ejercer tareas distintas a la del hogar. Pero eso ya fue superado y, en efecto, no quedan sino escollos en algunas legislaciones occidentales que poco a poco se irán eliminando.
El feminismo deformado, sin embargo, no busca la igualdad ante la Ley. Busca prebendas y, lo que es peor, desigualdad ante la Ley. Busca homogeneidad en el resultado, no cual no es ni deseable ni posible. Hombres y mujeres tienen diferencias y ni en los países nórdicos, famosos por concretar políticas ultra feministas, se logró igualdad en el resultado. A pesar de todo, persisten las diferencias y no necesariamente en detrimento de las mujeres.
De hecho, hoy más mujeres estudian en las universidades, viven más y tienen menos enfermedades. El feminismo deformado olvida que la mayoría de presos, suicidas, vagabundos sin hogar y enfermos son hombres. ¿Qué tal un juego de mesa para explicar eso? (O)