Monoteísmo hebreo / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



 Cuando el hombre apareció en la tierra fue sorprendido por una serie de fenómenos cósmicos que no podía entender, peor explicar a sí mismo mucho menos a los miembros de su reducido clan familiar. Fue, entonces cuando dirigió su mirada, sus esfuerzos, a buscar respuestas en fantasías mentales. Justo en esos trances aparecieron los judíos con sus convicciones históricas, filosóficas, teológicas.

La religión de los hebreos denominada judaísmo fue grande porque se desarrolló antes de permanecer inmóvil. Los primeros hebreos veneraban a Yahvé como un Dios que les pertenecía exclusivamente. Era lo que podría denominarse un dios tribal de guerra.

De acuerdo con la descripción que consta en los Diez Mandamientos, fue un Dios celoso. Si un hombre peca va contra Él, no era castigado solamente el pecador, también lo serían sus hijos, los hijos de los hijos y sus hijos. Fue un Dios para temer, no para amar.

Los hebreos cambiaron la idea de Yahvé basados en sus múltiples sufrimientos y en las enseñanzas y los escritos de sus profetas. Amos enseñó qué Yahvé quería justicia para todos los hombres. Hosea escribió que Yahvé amaba y perdonaba a los hombres. Y por este panorama una serie de conductas positivas de justicia, amor, humildad, como exigencias de Dios.

Los reyes de los pueblos antiguos proclamaban ser dioses o representantes de dioses con el objeto de ganar poder. En cambio, los reyes judíos fueron seres mortales; solamente Yahvé era divino.

La creencia en un Dios es denominada monoteísmo. Los judíos creyeron no solo que había un Dios universal, uno solo, que pertenecía a todos, sino también que era justo, bondadoso, misericordioso, amoroso y perdonador. Era justo y exigía conducta correcta en el hombre.

En razón de su énfasis ético, la forma judía de monoteísmo es denominada monoteísmo ético. Es el regalo supremo de los hebreos a la civilización occidental. No es un invento o un descubrimiento para hacer la vida más fácil. Es una idea muy grande y noble; son ideas poderosas. Ningún otro pensamiento ha influido tan profundamente la civilización occidental. (O)

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