Monstruos

Columnistas, Opinión

Desde que habitamos este mundo -sabe Dios cuánto tiempo- los monstruos han sido parte consustancial de nuestra imaginación. Y los son porque encarnan no solo el horror de nuestras más siniestras pesadillas, sino una macabra dualidad de miedo y fascinación junto con repugnancia y morbo. 

Y es que, si se pone a pensar, en una invasión zombi, por ejemplo, es obvio que estos monstruos nos provocarían pavor y asco, pero además, el hecho de mantenernos alertas y en constante suspenso haría que esos angustiosos momentos configuren en nuestra psiquis un inconsciente y dulce placer por tenerlos frente a frente y poder así eliminarlos, tal cual la adicción a los videojuegos protagonizados por este tipo de engendros. 

Etimológicamente, ‘monstrum’ es aquello que se ‘muestra’, que se revela, siendo esta una primera característica, por eso es que sin espectador no hay monstruo y sin asustador no hay asustado. Pero ojo, no cualquiera puede ser monstruo porque existe otra característica inequívoca de la monstruosidad y es que deben enfrentarse con la normalidad, deben salirse del statu quo.  

Con estos antecedentes, un monstruo no vendría a ser precisamente algo o alguien con rasgos físicos aterradores que al verlo infunda miedo. No, un monstruo bien podría ser simplemente algo o alguien que sin facciones atemorizantes se muestre para espantar alterando así la normalidad. Un arbusto apostado en una esquina es algo “normal” que hasta puede pasar desapercibido, pero si en realidad es un tipo disfrazado que en el momento menos pensado altera la normalidad moviéndose con la intención de asustar a los transeúntes, se convierte entonces en un monstruo. 

Bajo este esquema y con las excepciones del caso, que sí las hay, la Asamblea Nacional sería pues el averno en la Tierra que alberga todo tipo de monstruos, almas pecadoras, criaturas malignas, y peligrosas bestias malvadas, muchas de las cuales solo con sus rostros y/o macabras sonrisas ya infunden terror. Imagínese si además un grupo de asambleístas logra alterar la normalidad de todo un pueblo ‘mostrándose’ como honestos, pero al mismo tiempo transan con criminales y narcotraficantes; aúpan con leyes los delitos de sicarios y vacunadores; demandan internacionalmente el bloqueo y destrucción del país; incendian, saquean y arrasan ciudades enteras; siembran el caos cada vez que les conviene y mienten con cinismo descarado; todo con el único fin de beneficiar al diablo mayor: Satanás Mameluco. Pregunto, ¿no son esos los verdaderos monstruos a los que hay que atacar? 

Por eso, a estos y a todos los monstruos debemos enfrentarlos con determinación y valentía, dejando de lado sus gruñidos y lamentos quejumbrosos, porque (y aquí se desliza una tercera característica) todos ellos sin excepción son, sobre todas las cosas, cobardes cuando la luz y la verdad los encara.  (O)

mariofernandobarona@gmail.com 

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