Mundo de ideas / Jaime Guevara Sánchez
Cuando en mi internet se presenta un correo electrónico extraño, hago lo aconsejado, leo y lo borro de inmediato. Pero ayer apreció un mensaje con caracteres chinos en el membrete, detalle que despertó la curiosidad. Viene del otro lado del mundo, del Instituto Budista de Serthar, ubicado en la provincia Sicuani, República Popular de China. Documento muy interesante, importante diría yo, extenso. Describe muchas cosas que intento resumir.
El Instituto ofrece cursos de budismo a quienes deseen seguir el ejemplo sacrificado de Gautama Buda: pasar la vida en meditación perpetua, envuelto en una túnica color tomate de árbol; aceptar el karma de la doctrina hindú: “El progreso del alma depende de la vida que una persona conduce. El bien es recompensado, el mal, castigado”. Sin embargo, Buda afirma: “Si sólo las acciones buenas o malas son importantes, la salvación no puede llegar a través de auto tortura y de sacrificio de animales”.
Creencia que fue un desvío de la doctrina hindú. Según Buda, “La salvación llega del conocimiento de cuatro verdades nobles y de seguir el Camino Medio”.
La búsqueda de la riqueza domina a la mayoría de hombres del mundo.
No obstante, ye Liping, ejecutivo de 40 años, ganaba 30.000 dólares mensuales, tenía una familia feliz y todo lo imaginable. Hace dos años, Liping renunció a su trabajo, a su casa, carro, esposa, un hijo, para dedicarse a la dura vida monástica del Instituto; donde la temperatura desciende a diez grados bajo cero en invierno.
Hay ciencias de estudiantes chino, tibetanos, europeos, americanos. Ex millonarios y marchantes comunes llaman al Instituto “mi hogar, mi casa”.
Novatos y monjes se reúnen en un terreno muy grande a entonar cánticos sobre la transitoriedad de la vida. Es parte del ritual de la muerte de diez personas, niños, jóvenes y viejos. Ritual mantenido por siglos, denominado “Desmembramiento del Cuerpo”. Piernas, brazos, cabezas, manos, pies, hasta los “shungos” son lanzados por los aires, caigan donde caigan. Los buitres, águilas, cuervos y gallinazos, que ya circulan por el cielo, cumplen su misión: alimentarse.
Uno puede ser alcalde de Bejín o Shanghái, no importa cuan rico o pobre sea usted, o yo; todos terminaremos el momento que cientos de aves de rapiña desciendan del firmamento y ataquen. Se cumple así la incontrovertible máxima del budismo sobre la existencia humana: “la muerte sustenta la vida”.