Mundo de negocios / Jaime Guevara Sánchez
Los vanidosos, platudos del tercer mundo, viajan a New York, a la Quinta Avenida, a comprar prendas de vestir en los círculos de moda exclusivos. Cada vestido “de marca” cuesta una montaña de dólares.
De regreso a sus países de origen, los pudientes hacen gala de sus elegancias, detalle que no está completo sino se dan modos en mostrar la etiqueta «americana» -Made in USA-, luego sacan pecho ante los desafortunados.
Las irracionalidades del hombre ejercen gran poder: la Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, Corea, las innumerables intervenciones bélicas, de ayer y de hoy, en conflictos lejanos, han desequilibrado la economía de Estados Unidos. La tasa de desempleo es alta.
Como a las empresas sólo les interesa la ganancia, más ilegal que legal, mientras mayor rentabilidad mayor riqueza; los capitalistas volvieron los ojos a países lejanos, donde la mano de obra era y es comparativamente barata: Taiwán, Filipinas, Malasia, etc. Es en esas lejanías donde se está confeccionando la ropa «americana» de marca. De manera que cuando algún ricachón haga gala de su traje gringo, busque la etiqueta y se topará con la gran sorpresa; “Made in Taiwan».
El panorama tiene dos aspectos importantes. En el lado positivo, la mudanza de las factorías gringas a Asia ha generado puestos de trabajo para esos pueblos, por consiguiente, ha mejorado, algo, el nivel de ingresos. Bien por ellos. En el otro lado de la medalla, la maniobra de los industriales dejó sin trabajo a miles de estadounidenses; aunque multiplicó N veces la rentabilidad de sus capitales.
Hoy, la presión de los gringos desocupados es de tal magnitud que el gobierno norteamericano está incentivando no sólo el retorno de las factorías que se fueron; está otorgando facilidades para que fábricas netamente asiáticas vengan a establecerse en Estados Unidos, a producir allí.
El mundo de los negocios no funciona por sentimientos, funciona exclusivamente por la maximización, legal o ilegal, de la rentabilidad. A los humanoides les importa un bledo los millones de esqueletos que dejan en su camino. Así lo fue ayer. Así lo será mañana. Y de ahí en adelante por los siglos de los siglos…