No es grave / Fabricio Dávila Espinoza
Los casos de COVID-19 sobrepasan el límite que puede atender el sistema de salud en más de una ciudad del Ecuador. La curva ascendente tiene como origen la celebración de fiestas privadas, las aglomeraciones en los mercados y el retorno al trabajo presencial en entidades públicas y privadas. Algunas autoridades y cierto sector de la población temen que los hospitales no den abasto. Al resto de ciudadanos la crisis parce no quitarles el sueño.
Los “expertos” del COE plantearon la semaforización como medida para controlar la pandemia y al mismo tiempo, promover la reactivación económica. Entre el 13 y el 19 de abril todas las provincias estuvieron pintadas de color rojo. Las restricciones de movilidad ayudaron a frenar los contagios. A partir del 20 de abril cada cantón recibió las competencias para cambiar de rojo a amarillo o verde y de ser necesario retroceder de verde a amarillo o rojo. Las normas de cada color han sido modificadas constantemente y causan confusión. A la fecha, los objetivos del semáforo están lejos de cumplirse. Primero, la pandemia ni de lejos está controlada. Segundo, la ansiada reactivación tardará años.
Las últimas semanas, cuando la mayoría de cantones transitan en semáforo epidemiológico amarillo, los nuevos casos positivos cada día se cuentas por cientos, al igual que las denuncias y los sancionados por incumplir las reglas de convivencia en mitad de una pandemia. Las multitudes, el comercio informal, las reuniones clandestinas y el consumo de licor tampoco dan tregua.
Más de un cantón exhorta al COE nacional a endurecer las medidas. Quito, Ambato, Cuenca y otras ciudades pequeñas piden que se prohíba las reuniones sociales, que se limite el uso de espacios públicos y que se decrete ley seca. El Gobierno central sólo responde que prohibir la venta de licor promoverá el mercado ilegal.
La semana inició con una revelación o más bien, con un secreto a voces: Quito no tiene una sola unidad de cuidados intensivos disponible y aunque la misma realidad se replica en otras ciudades, la respuesta del Ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, fue que la situación “no es grave”. Por su puesto, nada puede ser tan grave como escuchar esta afirmación salida la boca de la máxima autoridad de salud del país. (O)