No sé por dónde me ven diablo

Columnistas, Opinión

Es falso pensar que todos los pueblos cuentan con los funcionarios que merecen. Según el refrán popular: «el pueblo tiene los gobernantes que merece», el nivel de participación ciudadana determina la calidad de sus servidores. Sin embargo, la población es la víctima de aquellos que poseen o toman el poder.

A pesar de haber sido absuelto en el juicio político, Wilman Terán, expresidente de la judicatura, seguirá siendo procesado en la justicia ordinaria por presuntos delitos. El juicio político no fue más que un trámite. En la Asamblea Nacional, Terán habló hasta de su apariencia: «No sé por dónde me ven como un diablo, quizás tenga orejas grandes, nariz puntiaguda o dientes afilados».

Como era de esperar, el imputado negó las acusaciones, afirmó haber cumplido con el país, alegó ser víctima de persecución y solicitó el archivo del juicio. Son acusados tanto él como su excolega Maribel Barreno de cometer irregularidades en la suspensión y destitución de un juez, así como por llevar a cabo un proceso controvertido de selección de jueces para la Corte Nacional de Justicia. Existe, además, indicios (chats) que revelarían que Terán habría colaborado con la organización criminal de Leandro Norero (El Patrón) para tomar decisiones judiciales a cambio de sobornos. A alias «El Diablo» se le durmió el diablo.

El 14 de diciembre del año pasado, en uno de los mayores operativos del país, Metástasis, en el que se detuvo a más de 38 personas y se realizaron 75 allanamientos en siete provincias del país, con la participación de 900 personas entre fiscales y policías, 30 ciudadanos fueron procesados, incluyendo a Terán. De acuerdo con la Fiscalía, en el celular de Norero se encontró evidencias que indican la compra de jueces, entre ellos alias «El Diablo», para resolver casos en beneficio de sus parientes. 

Aun así, la Asamblea decidió no censurar a Terán. Alias El Daiblo no es cumplable para 47 miembros de la Revolución Ciudadana. La justicia ordinaria determinará si estos asambleístas tenían razón o estaban equivocados. La Asamblea, en defensa de la institucionalidad del país, no debe permitir que sea utilizada para discutir la apariencia de un enjuiciado. El país no está para escuchar discursos sobre los ojos, la nariz o los dientes de un exfuncionario que se encuentra en manos de la ley. (O)

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