Nuestras señales alarma / Kléver Silva Zaldumbide
Debemos tener presente que, afortunadamente, las manifestaciones de una enfermedad, en buena parte de los casos, no suelen ser abruptas, sino más bien suelen seguir un proceso de deterioro que va desde el momento en que aparecen los primeros “síntomas alarma”, pero que nosotros, de acuerdo a la influencia cultural y socio–político-económica, adaptamos una conducta quemeimportista y hasta, aparentemente, irresponsable.
A las primeras señales que nos envía nuestro organismo, solemos ignorarlas con el típico “ya me ha de pasar” o corremos a la esquina del barrio a preguntar al boticario qué tomarnos. Este perfil, completamente comprensible, que nos ha impuesto esta sociedad de consumo, hace que, muchas veces, se pierda la lógica racional y el sentido común (que no es tan común), y así desencadenar el empeoramiento “requerido” para iniciar el peregrinaje médico manteniéndonos en un naufragio de orientación profesional, siendo casi un mito el fomentar autoestima en nuestra salud. Adicionalmente y con enajenada actitud, al paciente se le ha “amaestrado”, como que no fuera parte del problema, a entregar toda la responsabilidad al facultativo, esperando simplemente el antídoto a sus molestias y saber cuándo tenemos que volver a la siguiente cita.
Pretender encontrar culpabilidad individual en el ejercicio profesional médico sería injusto e desacertado, ya que, en el transcurso de los doce o más sacrificados años de estudio de la carrera médica y de la especialidad, se ha aplicado siempre una formación profundamente direccionada a la prescripción farmacológica y con una estricta orientación hacia el análisis netamente físico.
Un ejemplo muy sencillo de esto sería cuando un paciente con 50 o 60 libras de sobrepeso acude a la consulta y pregunta, como si le hayan amputado el sentido común, el por qué le duelen las rodillas. Veremos que, tomando el camino más fácil, las acciones terapéuticas, casi exclusivamente, estarán encaminadas a solucionar el problema doloroso, con ausencia total de una estrategia instructiva-educativa hacia la concientización de su compleja enfermedad de base, su obesidad. La búsqueda de la exclusiva opción fácil, rápida, cómoda y de consumo seguirá prevaleciendo mientras siga siendo culturalmente promocionada.
Se ha hablado mucho sobre la salud, desde siempre y en todo momento. Llegar a la naturaleza procesal de un síntoma explorando el ¿cómo, cuándo, dónde y el por qué? no sólo tiene que revelarnos el daño mecánico-biológico, pugnando únicamente por la eliminación de los síntomas, sino que nos debe permitir identificar el desequilibrio de todos los componentes del ser humano: cuerpo, mente y entorno social, con un enfoque más humanista tendiente a reestablecerle integralmente. No solamente ocuparnos de síntomas o enfermedades anatómicamente detectables ya que también existen cientos de casos de que una persona sin manifestaciones orgánicas se siente enferma. El papel fundamental para el logro de un bienestar no siempre será sólo paliar las consecuencias físicas erradicando algunos males que injurian al ser humano con fármacos de “instantáneo alivio”, se necesitarán también de herramientas mentales para que el enfermo haga la gimnasia mental acertada para superar su padecimiento. Los grandes cambios en la salud no son solo externos, la transformación se inicia desde nuestro interior. (O)
Medicina integrativa oriental