Olvida tus creencias y vuela

No vemos el mundo tal como es, sino como “creemos” que es, por lo tanto, al preguntarle, por ejemplo, si usted “cree” en Dios me responderá que sí o que no dependiendo del pensamiento aceptado por usted como verdadero, mismo que ha ido formándose a través de experiencias de vida.
Vamos a suponer que usted jamás vio un atardecer, pero se ha formado la creencia de que por ser el final del día esto le provoca tristeza, cansancio y aburrimiento. Un día, sin embargo, experimenta directamente el atardecer con sus propios ojos y se maravilla de la preciosa gama de colores en el horizonte, conecta esa imagen con el alma y siente su piel de gallina. En ese preciso instante habrá desmontado una creencia y brillará la luz.
Así opera la infinidad de creencias instaladas en nuestra mente: limitando nuestro vuelo, haciendo que percibamos condicionadamente todo lo que vemos y transformando lo real en fantasioso, distorsionado e ilusorio.
El siguiente cuento nos invita a comparar el vientre materno con la fuente divina (Dios) y por tanto a vivir, sentir y experimentar en el silencio la absoluta convicción de ese ser.
En el vientre de una madre crecen un par de gemelos; uno de ellos voltea hacia el otro y le dice: -¿Crees en la vida después del parto?
El otro responde -Claro que debe haber algo después del parto, creo que estamos aquí preparándonos para lo que vendrá después.
-¡Tonterías!, dice el primero, no hay vida después del parto ¿qué clase de vida sería esa?
-No sé, dijo el hermano, pero seguro habrá más luz que aquí, comeremos con nuestra boca y tal vez hasta tengamos otros sentidos que ahora no podemos entender.
El primero responde: -¿Más luz? eso es ridículo, además, el cordón umbilical es muy corto, no podremos salir de aquí, es lo único que nos alimenta y nos nutre. ¿Acaso no lo ves?
El segundo dice: -¿Y si simplemente es diferente de lo que es aquí?, a lo mejor ya no necesitemos un cordón físico.
Entonces, contesta molesto: -¡Ayyyyy! Ok, ok, a ver dime: si hubiera vida después del parto ¿por qué nadie ha vuelto nunca de allí?
Se hizo un largo silencio.
De pronto el segundo hermano celebró con un gran salto: -¡Seguro vamos a conocer a mamá y ella cuidará de nosotros!
-¿Mamá?, preguntó el otro, -¿De verdad crees en mamá? Si mamá existiera ¿por qué no está aquí ahora?
-Ella está a nuestro alrededor, señaló su hermano, -Somos de ella, es en ella que vivimos, sin ella este mundo no existiría ni tampoco nosotros.
El primero refuta: -Lo siento, no la veo.
-Ya la verás, responde, por ahora solo siéntela. Mira, le advirtió, cuando realmente estás en silencio puedes percibir su presencia, incluso puedes escuchar su dulce voz llamándote desde arriba. Solo… olvida por un momento tus creencias y vuela. (O)