Padres de algodón, hijos de cristal…

Columnistas, Opinión

Si eres de los padres que están centrados en que sus hijos tengan todo lo que desean, satisfacen cada uno de sus deseos, caprichos, los sobreproteges, evitas que ellos hagan esfuerzo para que no se sientan incómodos, no delegas obligaciones y responsabilidades, permites que decidan aún aquello para lo que no están preparados, no tienen empatía; permíteme decirte que eres un “padre de algodón».

Existen diferentes factores que pueden llevar a un padre a convertirse en un padre de algodón o a un niño a sentirse como un hijo de cristal. Por ejemplo, los padres pueden sentir una gran presión para proteger a sus hijos en un mundo cada vez más peligroso y competitivo, así como tener traumas de su infancia que los hacen sentir la necesidad de proteger a sus hijos de cualquier sufrimiento; en cambio los niños por su parte, pueden sentirse vulnerables debido a experiencias pasadas de abuso, acoso escolar o situaciones familiares difíciles;  sin embargo, no todos los padres que sobreprotegen a sus hijos son «padres de algodón» y no todos los niños que se sienten vulnerables son «hijos de cristal».

Recordemos que todo lo extremo es malo, el sobreproteger puede tener consecuencias negativas en el desarrollo de los niños, quienes pueden convertirse en «hijos de cristal”.

Detente a observar, si tus hijos tienen dificultades para tolerar la frustración, carecen de recursos para superar obstáculos, no están dispuestos a esforzarse para obtener logros, se sienten vulnerables y frágiles, se desmotivan fácilmente, ¡¡quieren todo ya!!, carecen de perseverancia, no aceptan límites, esperan que todo lo hagan y resuelvan por ellos.

Los padres tienen que preparar a sus hijos para enfrentar el mundo real, y eso hay que empezar a cambiarlo ya, evitando culparse o cuestionarse como madre o padre, tienen que aprender de a poco a establecer normas y límites para que los pequeños crezcan en valores como el respeto, o el esfuerzo y aprendan a considerar lo que tienen alrededor, corregir conductas obstinadas, enseñarles a ser valientes y sobreponerse a los momentos de fracaso.

 Además de esto se aconseja, ser tolerante con su educación, pero poner límites a sus actitudes y conductas cuando estas sean inapropiadas,  los niños deben recibir cariño y mimos, sin embargo, un exceso de estos puede ser perjudicial, evitar la sobreprotección, los más pequeños deben poder evolucionar y experimentar el mundo por sí solos, dar espacio a la comunicación, hablar de todo, compartir tiempo con ellos y saber que pueden ser escuchados; es importante que los padres comiencen a cambiar su enfoque y fomenten en sus hijos habilidades como la perseverancia, la tolerancia a la frustración y la capacidad para afrontar las dificultades y conseguir éxito  en los retos de la vida adulta. Demuestra que el mando en la familia lo llevan los padres no el niño.

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