Pandillas nórdicas
El bienestar humano, con sistemas de salud, educación y jubilación de primer nivel, junto a una sensación permanente de seguridad, paz y tranquilidad, era la carta de presentación de los países nórdicos. Se creía que en Suecia, Noruega y Dinamarca, se había desarrollado el modelo social más eficiente para la felicidad de los ciudadanos, desde una perspectiva socialdemócrata, donde las posiciones conservadores y liberales carecían de fuerza política e intelectual. El asesinato del Primer Ministro sueco Olof Palme, en 1986, uno de los artífices del modelo, conmocionó al mundo.
Ese paraíso del bienestar es ahora un infierno de violencia ciudadana. La situación en Suecia luce sin control. Es tal la penetración de las redes de tráfico de drogas que los gatilleros deambulan por parques y disparan a objetivos previamente seleccionados. Muchos inocentes han fallecido por balas perdidas. Existen ciudades suecas en cuyos barrios ni siquiera pueden ingresar las fuerzas del orden.
A ese problema de inseguridad ciudadana permanente se suman los altos y excesivos impuestos sobre los ingresos, que pueden llegar al 60% o más de los ingresos. Por ello, los jóvenes optan por dejar el país con la esperanza que en otros países podrán quedarse con un porcentaje mayor de sus ingresos.
La inseguridad ha dejado de ser una característica de los países con medios o bajos ingresos, entre ellos, el Ecuador. En muchas ciudades estadounidenses existen, al igual que en ciudades francesas, cinturones urbanos tan violentos y peligrosos que los ciudadanos, que allí residen, carecen de protección de la fuerza pública.
Varias ciudades ecuatorianas, asediadas por la delincuencia, no están lejos de la realidad de las ciudades nórdicas. (O)