Pangolín: inmovilismo o evolución convergente

Mientras miraba un programa de televisión que resaltaba la figura de un curioso mamífero cubierto de escamas (especie única) y los cuidados dispensados por investigadores y especialistas para intentar mantener y prorrogar su existencia; por simple asociación de ideas, fui derivando en aproximaciones y similitudes con otros animales, aunque no necesariamente relacionados (armadillo – oso hormiguero).
Y –metafóricamente– por la forma cómo enrolla su cuerpo, hasta convertirse en una bola cuando se siente amenazado, y cómo usa sus garras para excavar hormigueros y termiteros, y su lengua larguísima y pegajosa para comer; lo asimilé a seres que (amparados en supra normativas) acostumbran a enclaustrarse para impedir que sucedan cambios y la sociedad avance y se proyecte al futuro.
Con resultados electorales indiscutibles, la dinámica política adopta y recupera otros asuntos para ponerlos sobre el tapete y propiciar la discusión, abrir espacios de comunicación o ensombrecer el panorama previo a la instalación del órgano legislativo y la toma de posesión del ejecutivo.
Dicho así, la muy antigua historia evolutiva de los pangolines (60 millones de años) desde poco después de la extinción de los dinosaurios; y, nuestra cultura política, se nutren a discreción de por lo menos un elemento en común, utilizado como acepción y significación -en este último caso- para catalogar a activistas y resaltar acontecimientos.
Qué mejor entonces que imaginar una analogía y hablar de una “evolución convergente institucional o normativa”, encaminada a concretar reformas urgentes a la constitución mediante un trabajo compartido entre Asamblea Nacional (reformas autorizadas por la CC) y una Constituyente, convocada de inmediato para (otros ajustes urgentes).
Esta convergencia funcional, no articulada de forma orgánica o jurídica, podría asumirse como respuesta institucional espontánea a presiones del entorno: crisis política, demandas sociales insatisfechas, déficit de legitimidad o bloqueo del sistema normativo.
En este sentido, la “adaptación” de los órganos a su entorno los llevará a desarrollar respuestas similares —reformas profundas del texto constitucional— sin necesariamente compartir un mismo origen o ruta legal.
Se me figura como una opción no descartable, de cara a encontrar asidero a valiosos pronunciamientos y opiniones de constitucionalistas y políticos sobre el asunto controvertido y su tratamiento, para desterrar atavismos y superar barreras al desarrollo nacional. Es más, y vale decirlo, incluido el importante, delimitante y clarificador “Estatuto” que proponga el presidente para la integración de la Constituyente.
Admitiendo que surgirán cuestionamientos a la validez de la analogía propuesta, estoy convencido que funcionará. ¿Por qué no? si consideramos que siempre habrá problemas o riesgos a superar: Llámese falta de articulación constitucional entre ambas que pudiera generar conflicto de competencias o problemas de legitimidad; o, que el “trabajo compartido” no puede ser meramente funcional o práctico, porque requiere fundamento jurídico claro, especialmente en temas tan delicados como la reforma constitucional.
Pero, lo importante es que la Asamblea Nacional y una eventual Constituyente son “especies” distintas dentro del ecosistema institucional. Ambas desarrollan respuestas similares (reformas constitucionales) de manera paralela o independiente; lo hacen como reacción a “presiones del entorno”: crisis política, demandas sociales, vacío legal, etc.; y, aunque no estén formalmente coordinadas, convergen en objetivos o resultados evidentes: una nueva arquitectura institucional.
El marco normativo ecuatoriano exige precisión y claridad en cuanto a la legitimidad y competencias para reformar la Constitución. Por ello la Corte Constitucional, como intérprete autorizado de la Carta Magna, tiene la facultad de calificar la naturaleza de una propuesta de reforma y determinar si debe tramitarse como enmienda, reforma parcial o convocatoria a una Asamblea Constituyente.
El camino se ve expedito. Hay que definirlo y transitarlo. No queda de otra. (O)