Peligro u oportunidad / Klever Silva Zaldumbide
Luego de un largo período de una perfecta trama sin hilos, con miedosos mecanismo de silenciamiento, con total control en todos los rincones administrativos excesivamente creados para asegurar perpetuación, con entero dominio de los órganos de intendencia y control para la libertad de acción, brota ahora todo el pus social, político y económico heredado, evidenciándose todo el vaciamiento de las arcas fiscales, se percibe una caquéctica economía que va evidenciándose en todos los bolsillos de la frustrada y confundida población, haciendo que todo nos conduzca a la palabra “crisis”. Nuestros timbres de pánico cerebrales están constante y peligrosamente encendidos, acorralados con las palabras como pobreza, corrupción, inseguridad, desempleo, sumándose a ello el hachazo invisible de una devastadora pandemia y por si faltaba el último empujón al abismo 18 días de horror y conmoción que puso al país en coma presupuestario difícilmente reversible.
A estas alturas se requiere de un recordatorio de la sabiduría filosófica oriental a manera de terapia filosófica. Nos urge herramientas y slogans mentales para hacer una buena gimnasia cerebral y así no sucumbir.
En el idioma chino la palabra crisis está compuesto de dos caracteres (ideogramas) cuyos significados, individualmente son: el primero “peligro” y el segundo “oportunidad”. Justamente después de una tragedia, una pérdida o un suceso traumático vienen reacciones iniciales de ansiedad, desasosiego, emociones fuertes (frustración, tristeza, ira, miedo, culpa, etc.) y desorganización personal; seguidamente la posibilidad de elección entre dos caminos: el uno de oportunidad para crecer, recuperarse y desarrollarse en medio del dolor, el otro de peligro con negación de sentimientos, aislamiento, alteración relacional, agresión, sufrimiento con estancamiento de nuestro desarrollo, que lleva finalmente a las enfermedades.
Existe una parábola oriental acerca de este tema; en donde una afligida madre lamentando la muerte de su hijo busca consejo en el Maestro. La mujer explica su insoportable pesar y su incapacidad para reponerse a esa devastadora pérdida. El Maestro le pide que llame a todas las puertas del pueblo y pida una semilla de sésamo en cada casa en la que no se haya conocido la muerte. Después de ir de puerta en puerta por cada una de las casas, ella termina con las manos vacías y comprende que no existe ningún hogar que no haya sido azotado por la muerte y otros problemas graves, el Maestro le confirma lo que ella por sí misma comprendió: “No es la única ni está sola”. Lo que es inevitable, no debe lamentarse en exceso, no existe poder en el mundo que pueda deshacer lo que está hecho. Tal reflexión nos permitirá comprender a la muerte y otros conflictos como parte necesaria de la vida, no disipará el dolor o la necesidad de llorar, pero nos ayudará a afrontarla, no tiene por qué nuestra dramática situación, ser una catástrofe que tome por sorpresa, de lo que se trata es de aprender a vivir en crisis, superarla. “Es mejor encender una vela que maldecir la obscuridad”, todo es cíclico, ya pasará.