Pensar con claridad
En nuestro entorno existen personajes que por su comportamiento y conducta pareciera que viven en la época de las cavernas donde prevalecía únicamente la fuerza bruta: el más fuerte, el más rudo, el más agresivo se imponía con un fulminante garrotazo en la cabeza.
Jefes, gerentes, esposos, padres, políticos, empleados y funcionarios públicos pasean diariamente sus complejos de “machos alfa” ordenando furibundos cual capataz de hacienda, gritando groserías, humillando la dignidad de allegados y subordinados y por si fuera poco, tomando decisiones torpes e improvisadas en el rol que desempeñan.
Shane Parrish en su libro Pensar con claridad dice que para hacerlo es imprescindible saber tomar decisiones racionales sobre todo en los momentos ordinarios del día a día. Lamentablemente, muchas veces nuestros momentos ordinarios (que son los más) son opacados con decisiones que nacen desde el plano biológico, sacando a relucir nuestro lado animal. Y sépalo: nada hay más potente que los instintos biológicos.
Me explico. Como todos los animales, por naturaleza tendemos a defender nuestro territorio (no precisamente un trozo de tierra en la sabana africana, sino el territorio psicológico) como cuando alguien nos invade criticando nuestro trabajo, estatus o creencias, de manera instintiva nos cerramos, nos defendemos, dejamos de escucharle y nos lanzamos al ataque. O cuando sorpresivamente le cortan el paso en la carretera y usted se deja llevar por la rabia al volante, es su subconsciente el que está diciendo: “Pero ¿quién te has creído para cortarme el paso pedazo de…?”. O cuando se frustra con sus hijos y pone fin a la discusión con un “¡Porque lo digo yo y punto!”, o el equivalente en la oficina: “Porque soy el presidente y se hace lo que ordeno”; es en esos momentos ordinarios cuando dejamos de pensar y sucumbimos a las tendencias biológicas para reafirmar nuestra jerarquía. Y en cualquier caso no hay pensamiento, actuamos por puro instinto animal.
Ciertamente, unos tienen el instinto animal más elevado que otros, pero el abanderado en el Ecuador definitivamente es Rafael Correa quien incluso en su condición de prófugo de la justicia no deja la pedantería y la malcriadez en sus intervenciones y entrevistas. Una de las últimas con el periodista Luis Carlos Vélez de RCN Radio hace un par de semanas se convirtió en viral no por la actitud altanera de Correa (lo cual no es nuevo) sino porque el periodista le paró en firme con energía y respeto.
Los momentos ordinarios de Correa (como una simple entrevista en la que si no se le pregunta lo que él quiere, reacciona como animal) de acuerdo a Parrish conllevarían indefectiblemente a la toma de decisiones erróneas, y mire que no se equivocó: en el caso del exmandatario acertó no solo por su conducta cavernícola sino porque en consecuencia cuando presidente no pensó con claridad, decidió erróneamente y fracasó ruidosamente. Por algo su libro es un best seller. (O)