PERDÓN
Hoy decidí escribir sobre el perdón. Lo curioso es que una vez que comencé a hacerlo me
percaté que tenía que publicarse justo hoy, en vísperas de navidad y me dije: “¡wow, qué
casualidad!”. Pero después recordé que no hay casualidades, que todo tiene un propósito
y que, conscientes o no, cada decisión que tomamos lo hacemos inspirados en la íntima
voz de la intuición que a su vez se rige por la ley universal de causa y efecto. Así que,
escribo aún más motivado.
Uno de los pilares (sino el pilar fundamental) del libro Un curso de milagros es el perdón.
Punto, de eso se trata todo. Estamos en esta vida para perdonar. Pero, ¿cómo perdonar a
quien me ofendió, a quien me lastimó, me ultrajó, difamó, usó, violentó y arruinó?
Si le digo que es fácil perdonar le estaría mintiendo y si le digo que es difícil también
porque perdonar es un proceso personal (a veces largo a veces corto) que siempre nace
con una intención. Y ahí está la clave, porque con el solo hecho de «tener el sincero deseo
de perdonar”, créame, ya habrá recorrido bastante.
A lo mejor no podrá perdonar en los primeros intentos, pero no desmaye, mantenga
siempre viva la intención por perdonar. Llegará un momento en que sabrá que realmente
ha perdonado cuando camine lleno de gozo y con una gran sonrisa delatora.
El discípulo le pidió a su maestro que le enseñe a perdonar. Entonces este le ordenó que
recoja agua del río cercano con un viejo y sucio colador y se la traiga. Pero cada vez que
lo intentaba -decenas de veces- el agua se corría y todo su esfuerzo era infructuoso. Se
acercó al maestro y le dijo: “Maestro, apenas recojo agua con el colador esta se escapa
por los orificios y no me queda ni una gota. Lo siento, he fracasado.” Este le contestó: “No
has fracasado, todo lo contrario, has aprendido a perdonar.”
“Mira el colador, dijo el maestro, ahora está limpio y brilla, parece nuevo, el agua que se
filtró por sus agujeros lo ha limpiado. Cuando comienzas a perdonar, eres como un
colador, sucio y gastado por tanta ofensa que proyectaste y que recibiste, y el caudal del
río es la fuerza de tu intención para perdonar y perdonar(te). Fueron todas las veces que
hiciste que el agua corriera a través del colador que ahora está limpio. Por lo tanto, no
hace falta que llenes el colador con agua porque no importa lo que hayas hecho, el
perdón no ve contenido, solo limpia tu mente una y otra y otra vez con la sana intención
del perdón.”
Y como dije, no hay casualidades, por eso sé que estas palabras calarán en alguien, y si
es usted, estimado lector, le sugiero que complemente esta lectura viendo la película La
cabaña, dirigida por Stuart Hazeldine. Y si todo esto no le resuena, con más razón
debería verla.