PERSUASIONES

Columnistas

La semana pasada vimos que como respuesta a una agresión, muchas veces lo más
prudente es la elegancia del silencio. Hoy, continuamos este breve repaso de conductas
humanas en escenarios difíciles con el análisis de la posición asumida por terceros frente a
alguien con poder.
Un padre, por ejemplo, asume su autoridad con amor e inteligencia en unos casos y en
otros con torpeza y agresividad, exactamente a como ocurre entre profesores – estudiantes,
jefes – empleados, oficiales – tropa, etc. y toda relación poder – subordinado. Sin embargo,
hay un grupo muy peculiar en el que destaca pública y abiertamente este complejo sistema
de acciones y reacciones. Sí, efectivamente, ¿quién más sino… los políticos?
Con ellos en particular es más evidente esta interacción que, si bien puede darse de mil
formas distintas, la persuasiva resulta tal vez una de las más interesantes. La RAE
conceptualiza el verbo persuadir como: “Convencer (a alguien) para que crea o haga algo.”
Permítame demostrárselo con el siguiente cuento:
Un profesor de matemáticas entró en el aula y encontró la silla en la que se iba a sentar
colgada del techo. Miró a los estudiantes y sonrió.
Sin decir una palabra se acercó a la pizarra y escribió: “Observe cuidadosamente el objeto
que cuelga del techo. Pregunta 1: Calcular la distancia entre la silla y el suelo en milímetros;
puntuación: 1. Pregunta 2: Calcular el ángulo de inclinación de la silla en relación con el
techo y muestre la operación matemática; puntuación: 1. Pregunta 3: Escriba el nombre del
estudiante que colgó la silla en el techo y de los amigos que lo ayudaron; puntuación: 18.
Tiempo: 5 minutos.”
El profesor sabía que persuadiendo puede obtener más fácilmente lo que quiere antes que
obligando. Si los hubiera obligado, a lo mejor ninguno de los compañeros los habría
delatado.
En cuanto a los políticos, son los campeones de la persuasión, manifiesta o soterradamente
todo el tiempo persuaden al pueblo o se lo hacen entre ellos mismos. El caso más patético
hoy por hoy es el del dictador venezolano Nicolás Maduro quien, desde finales de julio en
que se robó (nuevamente) las elecciones, no ha hecho el intento siquiera de persuadir el
haberlas ganado porque, claro, no puede demostrarlo, sí ha persuadido, en cambio, ser
“solo” el presidente electo, lo cual es muy diferente. Llegó incluso, con la arrogancia propia
de un dictadorzuelo, a advertirle al entonces candidato norteamericano Donald Trump que
“si se mete con Venezuela se quema” entre otras tonterías de ese estilo. Hoy, no ha hecho
falta que Trump pronuncie media palabra en contra del dictador, su sola condición de
presidente electo de los Estados Unidos ha sido suficiente para que un acojonado Maduro
persuada públicamente por las bendiciones del socialista papa Francisco a fin de que los
gringos no lo boten del poder.
Tal como el profesor del cuento, Trump solo ha sonreído, no hace falta hacer nada, la
persuasión para conseguir objetivos decanta sola.

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