Pobres personalidades
Esta anécdota, totalmente cierta, la protagonizó el periodista, político y sobre todo gran humorista brasileño Aparicio Torelly más conocido como “El Barón de Itarare” (1895 – 1971).
Cuando Torelly era joven cometió el error de estudiar medicina por complacer a su familia, pero esos estudios terminaron abruptamente cuando ocurrió lo siguiente: Un día un profesor que lo detestaba por sus bromas le preguntó: -Torelly, ¿cuántos riñones tenemos? -¡cuatro! responde el alumno. -¿Cuatro?, replica el arrogante profesor, de esos que sienten placer en pisotear los errores de los alumnos, así que, para saborear aún más la humillación, le ordena a su auxiliar: -“Traiga un fardo de pasto, tenemos un asno en la sala”, -“¡Y para mí un cafecito!”, replicó enseguida el alumno al auxiliar del maestro.
En medio de las sonoras carcajadas de sus compañeros por la ingeniosa y ágil respuesta, el profesor se enojó y expulsó al alumno de clase. Aparicio Torelly cogió sus libros y cuando estaba saliendo se dio la vuelta y le dijo al maestro: -“Usted me preguntó cuántos riñones tenemos. Tenemos es la primera persona del plural del verbo tener. Y nosotros tenemos cuatro riñones. Dos usted y dos yo. Hasta luego y que le aproveche el pasto.”
Algunas personas por tener un poco más de conocimiento -o creer que lo tienen- se sienten con derecho de subestimar a los demás con menosprecio, humillación y ninguneos.
Durante los diez años de gobierno de Rafael Correa (hasta hoy), esa ha sido su tónica (bravuconadas y aires de emperador que todo lo sabe). Y no es que sea su estilo, porque la arrogancia y la pedantería son claras expresiones de complejos de personalidad y estrechez mental; no son un estilo. La típica sonrisa burlona, gestos faciales y corporales que evidencian desordenes emocionales, egocentrismo, narcisismo y soberbia son la pobre personalidad que marcó su paso por Carondelet.
Una persona cualquiera con este tipo de desórdenes es por decir lo menos antipática, pero si es alguien tan mediático e influyente como un expresidente, esa antipatía crece exponencialmente. No obstante, el problema de Correa no radica en su mal sana impulsividad de creerse el ‘rey del mambo’, al fin y al cabo, todos tenemos errores y el de él, aunque bastante repulsivo, no deja de ser un trastorno que puede mejorar con algún tipo de terapia. El verdadero y más grave problema de Correa es su presunta vinculación con la mafia narcodelictiva porque para eso sí no hay sicólogo que pueda ayudarle.
Ventajosamente, para gente como él, siempre habrá un Torelly (en su momento Fernando Villavicencio QEPD) que les pare en firme y les diga sus cuatro verdades en la cara, como ahora lo están haciendo con aguda inteligencia y sobrada valentía las mismas hijas de Villavicencio, dignísimas sucesoras del legado periodístico de su padre, por lo que, mientras ellas y varios más hagan su trabajo, los fardos de pasto no faltarán para Correa. (O)