¿Por qué amamos? / Alejandra Sánchez
El amor romántico ha dejado una gran evidencia alrededor del mundo, la de ser “esencial” en la vida de las personas, formando parte de la historia de muchas sociedades desde hace miles de años, con poemas románticos, canciones, cuentos de amores memorables que se han ido trasmitiendo por generaciones. El amor es una experiencia humana universal, que va evolucionando y mutando a lo largo de nuestra vida. La primera fase del amor, es el enamoramiento, producida por neurotransmisores y estructuras cerebrales específicas, se dice que es más un sistema de motivación que una emoción, sobre todo al principio de la relación donde el cerebro genera más dopamina, adrenalina y cortisol. En esta etapa en donde se enciende un deseo intenso por ver o escuchar al otro, hay nervios, angustia y entusiasmo; idealizamos a la otra persona y nos cuesta mucho ser objetivos. Esta etapa dura entre 1 y 3 años, según el tiempo de convivencia con la pareja.
Después de este tiempo, las reacciones químicas producidas en regiones cerebrales que nos hacen tener una percepción idílica de alguien y todas las sensaciones relacionadas con el amor romántico, se comienzan a apaciguar y viene la fase del amor maduro o consolidado. En el amor maduro el cerebro ya no está produciendo adrenalina ni cortisol (hormonas del estrés y la angustia), la cascada química de la fase anterior cesa y comenzamos a observar al otro con mirada más objetiva y orientada a nuestras creencias. Se convierte en la construcción de compromisos reales y tiene que ver con los valores de cada persona. La clave para entender el amor maduro o consolidado, está en la transición y no en el cambio, de esta manera podemos entender cómo muchos amores sobreviven cuando se rompe la idealización y otros no. Amar a alguien implica conocer todas las facetas de una persona, poder observar su luz y su sombra y desde ahí tomar la decisión de querer mantenerse a su lado. (O)