Prácticas de psicomaquia. 2023
Esperaba hablar de cosas que nos hacen sentir que mantenemos vigentes algunas prácticas que fueron propias de la Edad Media, de la cual, nosotros no hemos salido, o como dijo Umberto Eco, habríamos de volver a vivirlo en nuestra contemporaneidad. Esto, a propósito de una entrevista para una radio. Pues sí, la psicomaquia necesita entrar en ese juego de dualidad que enfrenta el alma humana, con nuevas armas porque la lucha de las virtudes contra los vicios se ven más evidentes, que podemos argumentar ahora, que estamos gobernados por los cínicos que nos han alentado a creer como válidas sus paranoias.
La Fe se ha transformado en Idolatría; la Esperanza no solo que nos ha llevado a la Desesperación, sino a la Resignación; La Caridad es un membrete de la Avaricia, o una careta de los opulentos; la Castidad ya es un mito anticuado en la modernidad que ya no se contrapone a Lujuria, porque la sexualidad ya no gobierna la religión sino el mercado; Prudencia y Locura ya no tienen que ver con la razón, porque los paranoicos han secuestrado a la democracia; Paciencia y Cólera, como conductas sociales han sido reglamentadas para la represión confundiendo Insurgencia con Terrorismo; Dulzura y Dureza, tal vez van quedando como memoria de la conducta animal; Concordia y Discordia, dependen de la perspectiva de intereses, desde la individualidad hasta en lo social; el Poder es el único que pide Obediencia y califica de Rebelión a la protesta por la Injusticia; Perseverancia nos demuestran los que insisten en ocupar los esquemas del poder, mientras que la Inconstancia ha quedado para un rol de las masas a quienes no tienen las fuerzas y los recursos para sostener la lucha, a pesar de que les asista la razón. ¿Quiénes son los persistentes en mantenerse de candidatos a lo que sea?
Los griegos dieron la pauta para que los intelectuales de Europa proyectaran sus creaciones alegóricas donde aparecen enfrentadas estas pasiones que afectan el alma humana. Esto es la psicomaquia. La Edad Media, según Foucault, había colocado a la locura, no como una enfermedad, sino como uno de sus vicios. Pero ¿quién es realmente un loco? ¿Es un desequilibrado o un audaz? Si le patinan las neuronas frente al sentido común, ni siquiera está impedido para gobernar. Nuestra legislación ha tenido casos de destitución del Poder cuando los políticos, y no los psiquiatras, han notado las “evidencias” del desarreglo cerebral. Sin embargo de esta experiencia, no está en práctica ni en ideales de prevención, el que los candidatos sean sometidos a exámenes clínicos antes de que se vuelvan privilegiados con la inmunidad. Si un desequilibrado llega al poder y es un incompetente que atropella el sentido común, no es la medicina del especialista la que le impide el continuar con el ejercicio del poder, sino una asamblea de políticos, o sea esa especie de peritos del empirismo callejero quienes dan o insinúan las soluciones para erradicar el mal. Son los jueces los del diagnóstico del “influjo psíquico” para curar enfermedades sociales.
Esto me hace pensar en la “justicia indígena” que “cura” o purga a los delincuentes con baños en agua helada o a ortigazos, sin buscar los diagnósticos de las razones de la descomposición social, de la falta de empleo, de las secuelas migratorias; sin contar con averiguar sobre desórdenes mentales, etc. En la Edad Media “Todos aquellos que se encuentran atacados de un mal venéreo, no serán recibidos allí más que a corrección, ante todo, y azotados, de lo que se dejará constancia en su certificado de salida” (Historia del Hospital General) Se curaba según la Biblia refiriéndose a Moisés y a los faraones porque Dios le había ordenado arrojar unos polvos sobre la tierra para que hombres y animales se llenaran de apostemas. Se piensa no en la razón ni en la ciencia, sino en las fuerzas de la “divinidad” para corregir los desórdenes sociales y los de orden biológico. Es como se hace esa práctica medieval entre nosotros del ritual de las bendiciones: se dicen oraciones y plegarias a los fierros y vidrios que resultan “bendecidos” como carros; y no se hacen reconvenciones a sus conductores o choferes que son quienes requieren “protección espiritual” cuando no manejan con respeto a las normas del sentido común, como bajo efectos del alcoholismo o sin respetar las reglas de tránsito, por poner un ejemplo. Así vivimos resignados a la “justicia divina” cuando gobiernan los inmorales y los cínicos. (O)