Proyección de una mentira

Columnistas, Opinión

Tendemos a pensar que las otras personas piensan de la misma manera que nosotros y nos gusta creer que la gente es buena, pensamos también que si les damos una segunda oportunidad todo irá bien, o que con el tiempo van a cambiar. Unas son más difíciles de socializar que otras. Nos hemos preguntado alguna vez: ¿Si me quiero casar, quien me garantiza que mi esposa o esposo no es un psicópata? O si tenemos que contratar a alguien, ¿Quién nos garantiza que el que contratamos no es un psicópata? 

Como no llevan un letrero que diga soy psicópata, terminan siendo quienes infringen una cantidad de sufrimiento indecible en la gente inocente. Quizás miles de psicópatas viven, trabajan y rezan con nosotros y es posible que sigan a la destrucción de ellos mismos y de su entorno sin tener conciencia de ello. Son muy buenos manipuladores, ingeniosos, astutos ya que pueden engañarnos pese a su falta de empatía (de forma emocional más que intelectual), pueden entrar en nuestro cerebro intentando imaginar lo que pensamos, pero nunca podrán comprender cómo nos sentimos. No son inhibidos o formados por el entorno de la misma manera que las personas normales y pueden llegar a relacionarse social o intelectualmente, pero ven y tratan a las personas como objetos, no tienen miedo, son impulsivos, irritables y gustan de una vida fácil. Las fuerzas normales de socialización que moldean nuestra personalidad no funcionan con un psicópata ya que pueden venir de cualquier familia buena o mala. 

No parecen sentir o manejar sus propias emociones incluidas las de culpa o de remordimiento, sólo actúan por encima de cualquier norma social o moral, con gran capacidad de planificación y encontrando placer en hacer daño como fuente misma de deleite con el fin de obtener sus objetivos económicos, sexuales o de poder. Obsesivamente egoístas y tendientes a maltratar y manipular. No están en una cárcel o en un hospital, puede ser un profesional, un marido, un compañero de trabajo; son personas que no los reconocemos, pero las víctimas sí las reconocen. Usualmente no manifiestan su comportamiento agresivo y salvaje de manera pública, están más bien integrados en la sociedad y tienen aceptables y hasta a veces elogiables conductas con el entorno. Millones de mujeres, de hombres, de niños, sufren el dolor, el maltrato, la humillación, la ansiedad que les causan los psicópatas que se han encontrado en su vida y quedan como delitos ocultos y que muy pocas veces salen a la luz gozando de una gran impunidad. 

Habrá que evitar el desarrollo de estos seres peligrosos con divulgación y conocimiento del problema que vivimos, con quien vivimos o con quien vamos a elegir vivir. Siguiendo la cadena de fomento de la vanidad y el egoísmo propio de nuestra s(u)ociedad, nuestras escuelas y colegios sólo nos enseñan cosas de tipo competitivo, a ser los mejores, a ser los más guapos, a ser los más ricos, quizás exaltando los “valores de la psicopatía” teniendo el mejor “caldo de cultivo” para promover este azote.  (O)

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

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