¡Qué decepción! / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión



La semana que terminó fue bastante peculiar en materia política para el Ecuador. De hecho, todas las son, pero la anterior como que estuvo sazonada con una dosis extra de cinismo y desvergüenza. El Consejo de Participación Ciudadana condecora a un líder indígena protagonista del paro de octubre. El Defensor del Pueblo advierte desafiante que no han mentido con respecto al número de muertos de octubre, sin embargo no ha podido probarlo. Correístas, Social Cristianos y algunos otros asambleístas permitieron con sus votos el archivo del juicio político a Diana Atamain, presidenta del CNE. Ha pasado toda una semana y aún se desconocen los resultados epidemiológicos al extranjero sospechoso de tener corona virus en el país.

Pregunto, ¿es o no para decepcionarse; merecen estas noticias que lancemos por ahí alguna palabra gruesa de ira y frustración; pueden llegar a desesperanzarnos estas actitudes políticas al punto de mirar al piso y sacudir la cabeza de desconsuelo? Definitivamente sí.

En realidad, son pocos los escenarios de la vida diaria que se pueden comparar con los altísimos niveles de desilusión, frustración y decepción que sentimos ahora mismo los ecuatorianos por el deshonesto e irresponsable manejo de la política ecuatoriana. Busco en mi mente algo que sea así de decepcionante, que nos rompa el corazón de la pena, nos golpee el alma de la ira y nos obnubile los sentidos por la impotencia, y no lo hallo. Tal cúmulo de potentes sentimientos encontrados en un solo escenario se dan pocas veces, y de esas pocas, la política es sin dudarlo la abanderada. Tal vez, si queremos escenificar esos niveles de desengaño que nos imputa la política muy a menudo, cabría hacerlo con el fútbol, como cuando nuestro equipo está ganando la final, falta muy poco para que se acabe el partido y adelantamos el festejo con abrazos, cánticos, vítores y lloros, pero de pronto inesperada y sorpresivamente nos hacen un gol y perdemos.

Sí, no es lo mismo, ese es sólo un juego, no determina nuestras vidas ni nuestro futuro, el equipo perdió en el último segundo y como es lógico nos invaden grandemente pena, ira y frustración, pero ya pasará, total, es sólo un partido de futbol, no debería agobiarnos hasta el extremo; lo grave está en aquellas decisiones políticas que nos dejan un sabor de boca aún más amargo por varias razones: no son pocas, se alimentan de cinismo, perduran en el tiempo y sobre todo afectan gravemente la institucionalidad nacional y nuestra calidad de vida como ciudadanos. ¡Qué decepción! (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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