¿Qué mismo es el estrés? / Klever Silva Zaldumbide
Estrés es una palabra que se encuentra en boca de todos, a cada paso oímos a alguien decir: “Estoy estresado”, queremos justificarlo todo diciendo: “Es el estrés”, a más de una persona se le escucha comentar: “El doctor me dijo que tengo estrés” y así por el estilo.
Para comenzar, digamos que el estrés es una función normal del organismo. El único lugar donde no existe estrés es en el parque de los recuerdos dónde reposan nuestros muertos. Sin estrés no hay vida. Fue primeramente descrito por el fisiólogo y médico austrohúngaro Hans Hugo Bruno Selye, a quien le debemos la palabra «estrés» para designar este síndrome.
Se entiende por estrés aquella situación en la cual las demandas externas (sociales) o las demandas internas (psicológicas) superan nuestra capacidad de respuesta. Se provoca así una alarma orgánica que actúa sobre los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino (hormonal) e inmunológico (defensas), produciendo un desequilibrio psicológico y la consiguiente aparición de la enfermedad.
Sabemos que casi todo es cuestión de medida, el estrés no puede ser la excepción, por lo tanto, éste es una cuestión de intensidad y de tiempo, por eso alguna vez fue comparado con una cuerda de violín con un punto exacto de tensión en el que suena correctamente, más allá del cual comienza a sonar desafinadamente y luego se rompe.
Debemos entender que el estrés, inicialmente, es algo básicamente útil y bueno. Sirve para alertarnos, defendernos, nos prepara para enfrentar una situación en defensa de nuestra integridad, por eso debemos diferenciar claramente lo que se llama estrés agudo y crónico.
Antiguamente, ante una situación amenazante transitoria, en segundos, nuestro cerebro, nuestros músculos, el corazón, nuestra presión arterial, la respiración y muchas funciones más, se activan al máximo para enfrentar la situación. Pero en pocos minutos, una vez resuelta la situación, recuperamos nuestra tranquilidad y nuevamente estamos en paz.
La vida atropellada, desenfrenada, complicada del hombre de hoy y su modernidad, tiene una tendencia muy particular a encontrarse con su sistema de estrés en activación constante, permanente. Esta situación no le permite gozar de su existencia y genera una deuda que se paga con salud en el futuro mediato. Nuestro reto consiste en utilizar adecuadamente nuestro sistema de estrés, tener un estilo sano de vida, una mecánica sabia de pensamiento e instituir una escala de valores y objetivos apropiados para alcanzar nuestro bienestar. La sabiduría oriental nos dice que el normal funcionamiento de todo reside en el equilibrio y, la relación de nuestra mente con nuestro cuerpo también es cuestión de armonía, proporción y estabilidad. “Cada estrés deja una cicatriz indeleble, y el organismo paga por sobrevivir después de una situación de estrés, enfermando y envejeciendo”.