¿Quién ganó y quién perdió?
Los debates poseen una amplia trayectoria. Entre los eventos más citados por los historiadores está el debate entre Abraham Lincoln, quien se convertiría en presidente de los Estados Unidos y Stephen Douglasen. Inicialmente, estos eventos eran para la audiencia que acudía a un lugar específico y a lo que los periodistas reportaban. La radio no mostró interés en transmitirlos inicialmente.
Las disputas entre los candidatos descubrieron un socio estratégico en la televisión durante los años 60. Desde aquel entonces hasta el presente, los debates presidenciales han trascendido su naturaleza de confrontaciones de ideas o argumentos, transformándose en programas con formatos diseñados para televisión, que llegan a millones de espectadores simultáneamente, intensificando su relevancia con la amplia vigencia de las redes sociales.
En el contexto nacional, con el retorno a la democracia, en 1978, previo a la primera vuelta, los candidatos participaron en un debate televisado. En febrero de 1979, cuenta la historia que Jaime Roldós y Sixto Durán, los que pasaron a la segunda vuelta, tuvieron un debate que superó las expectativas de dos oradores refinados y caballerosos.
En 1984, Rodrigo Borja y León Febres Cordero se pusieron cara a cara en un encuentro que se identificó como un choque de trenes. Febres Cordero habría ganado con 132 ofensas versus 95 de Borja. Frente a la opinión pública, también prevaleció Febres Cordero, que venció en las urnas. En las elecciones futuras, Borja, Sixto Durán, Abdalá Bucaram, Jaime Nebot, Jamil Mahuad y Álvaro Noboa evitaron enfrentarse a las cámaras durante un debate.
En el 2006, dentro de un formato llamado foro, Fernando Rosero, Rafael Correa, Álvaro Noboa, Cynthia Viteri y León Roldós, acudieron a un evento que el moderador argentino, Openheimer, calificó como «alboroto». No hubo más eventos parecidos hasta el 2017, pues el «elocuente» Rafael Correa se negó a debatir los años que dominó el panorama electoral. Tampoco Lenín Moreno quiso enfrentarse a Guillermo Lasso.
Esto forzó la elaboración de una ley que obliga a los candidatos a debatir. Desde 2021, con el número exagerado de presidenciables, organizados en grupos, se llevan a cabo programas de televisión con un formato parecido a concursos de preguntas y respuestas, donde se de denuncia sin pruebas y se lanzan ofertas demagógicas sin sonrojarse. El «programa» del domingo pasado no tuvo vencedores. El público perdió la oportunidad de conocer a los concursantes. (O)