¿QUIÉN SOY?

Columnistas

Hace poco conté la leyenda taoísta que habla del verdadero yo; recordémosla
rápidamente: El maestro zen le pregunta a su discípulo: -¿Quién eres? Este
responde, Juan; -No, dice el maestro, ese es tu nombre, ¿Quién eres? -Soy
abogado, dice el discípulo; -No, contesta el maestro, esa es tu profesión, ¿Quién
eres? -Soy un hombre mestizo de 50 años, un metro ochenta; -No, esos son tus
atributos físicos, dice el maestro; -¿Quién eres? Entonces el discípulo sin saber
qué más contestar se queda callado por un largo tiempo. -Ese eres tú, sentencia el
maestro.
Una de las primeras claves fundamentales de la filosofía oriental es aprender a
identificar quién soy verdaderamente. De hecho, es imposible avanzar en
cualquier práctica de crecimiento espiritual si seguimos estancados en la falsa
identidad del ego, esa que nos llena de etiquetas, adjetivos, juicios y creencias. El
primer paso es, entonces, aprender a ser testigo u observador, a ser aquel que
mira (desde afuera, por decirlo de alguna manera) cada uno de sus actos y
pensamientos sin juzgarlos. 
La práctica del Yoga dice: “Permanecer en la naturaleza del observador es Yoga”,
es decir, el Yoga elimina esa falsa identidad que salta cual mono inquieto del
pasado al futuro y viceversa para enfocarse solo en el presente que es cuando se
unen cuerpo, mente y espíritu. Eso es Yoga, ese es el verdadero ser.
Ok, todo bien, pero ¿cómo lo hago? ¿cómo descubro mi verdadera identidad?
¿Cómo sé quién soy? Le propongo el siguiente ejercicio: Sin mover sus labios, sin
decir una palabra, solo en su cabeza va a pronunciar la palabra “felicidad”, pero
recuerde, no lo diga en voz alta; vamos, a la cuenta de tres… 1, 2, 3… ¿Lo hizo?
Ok. Hagámoslo de nuevo: Diga “felicidad” sin emitir sonido, solo en su cabeza, 1,
2, 3…  Ahora, le pregunto ¿quién lo dijo? porque acaba de decir algo sin mover los
labios y lo más llamativo es que no solo lo hizo sin abrir su boca, sino que también
lo escuchó sin recibir sonido alguno, así que ¿quién lo dijo y quién lo escuchó?
porque usted acaba de decir algo sin hablar y escuchar algo sin oír. Usted es esa
conciencia detrás de todo esto, eso es usted.
Ahora, déjeme decirle algo más: ese “yo verdadero” es verdad, es luz, es paz, es
amor infinito, es imagen y semejanza de Dios… sí, todo eso es usted.
Resulta tan decidor identificar quién soy en realidad que al hacerlo no solo habrá
ascendido infinidad de escalones en el camino de su paz interior, sino que además
-y no menos importante- también sabrá con certeza quién es su hermano.

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