¿QUIÉN TIENE LA RAZÓN, NOBOA O ROUSSEAU? II PARTE
En un Estado de Derecho, nadie está por encima de la ley. La cita es necesaria en el análisis de lo recientemente sucedido en Quito, cuando por orden presidencial se sigue un sumario administrativo a la Vicepresidenta de la República, y el abuso del Tribunal Contencioso Electoral, al impedir la inscripción de aspirantes a la presidencia y candidatos a la asamblea nacional.
Querido lector, no es propósito de esta columna juzgar el actuar del primer mandatario, sin embargo existen anomalías en la interpretación y ejecución de la Constitución y Leyes. En esta columna, no se enumeran las leyes que han sido transgredidas, porque el objetivo es recalcar el grave peligro de actuar fuera de la ley, violando el artículo 83 de la Carta Magna, el cual dispone “Acatar y cumplir la Constitución, la ley (…)”. Para ejemplificar esta problemática, se hará uso de dos libros del filósofo político suizo, Jean-Jacques Rousseau (Discurso sobre la economía política y El Contrato social).
Rousseau, inicia destacando la evolución del individualismo en su forma natural y primitiva hacia la asociación del género humano. El fin de esta asociación de fuerzas y libertades individuales es buscar la conservación de cada uno de sus integrantes y se la denomina pacto social. En donde, la ley es la herramienta que permite a los miembros vivir en el pacto social. La ley “a quien los hombres deben la justicia y la libertad. Es ese saludable órgano de la voluntad de todos quien restablece, en el derecho, la igualdad natural de los hombres”. También la denomina la “voz celeste” a la cual los ciudadanos tienen que someterse, incluso los jefes de Estado están obligados a gobernar siempre conforme a la ley e independiente de su voluntad particular, caso contrario se regresaría al “estado puro de la naturaleza”.
Asimismo, Rousseau expresa que el gobierno no es el dueño de la ley, sin embargo, se convierte en garante de la misma, es por esto que el papel que desempeñan los gobernantes, es vital para evitar un caos social, cumpliendo el deber de garantizar que nadie esté sobre la ley y que cada ciudadano la acate y respete. De lo contrario, la paz y la justicia no reinará, por esto es necesario que la autoridad penetre “hasta el interior del hombre” y seguir el consejo de Rousseau: “haced leyes que puedan ser amadas”.
En el caso de un país donde las leyes fueran apreciadas, y la voluntad de cada ciudadano también sea del interés de la voluntad general, a pesar de ser una utopía, en ese ideal no existiría trabajo para el gobernante ya que el pueblo actuaría sometido a la ley y perseguirá el cumplimiento del interés público. Además, Rousseau menciona que los gobiernos autoritarios llegan a sucumbir y extinguirse; un signo de alerta es cuando las leyes se debilitan y que con el pasar de los años dejan de ser venerables y se las menosprecian.
Aquí se ha expresado la importancia de vivir conforme a la ley. Pero cabe una pregunta, acaso en Ecuador, quien tiene el poder, ¿tiene la razón?