Recorriendo otros mundos / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

El mundo griego pagano era un mundo diferente, por lo tanto, su concepción del hombre era también muy diferente. Lo que más llama la atención es que los griegos hicieron a sus dioses como hombres, en tanto que los cristianos desearon hacer a los hombres como dioses.

La compañía de esa clase de hombres es por cierto jovial, amorosa, cariñosa, embustera, discutidora e irrespetuosa de sus votos; un grupo de personas que aman la caza, que dirigen sus carros y arrojan sus jabalinas como los mismos griegos; y personas que se casaba y tenían una cantidad increíble de hijos ilegítimos.

En cuanto atañe a la diferencia entre dioses y hombres, los dioses apenas tenían poderes divinos para lanzar centellas al cielo y hacer crecer la vegetación en la tierra; eran inmortales, debían néctar en lugar de vino … Las frutas eran casi las mismas.

Uno siente que puede tener intimidad con esa gente, que puede ir de caza con una mochila a la espalda, en compañía de Apolo o de Atenea, o detener a Mercurio a su paso y conversar con él como con un mensajero telegráfico. Y si la conversación se torna demasiado interesante, podemos imaginar a Mercurio diciendo: ¨ Si, claro. Lo siento, pero tengo que correr a entregar este telegrama en la calle tal¨.

Los hombres griegos no eran divinos, pero los dioses griegos sí eran humanos. ¡Que diferentes del perfecto Dios cristiano! De modo que los dioses no eran más que otra raza de hombres, una raza de gigantes dotados de inmortalidad, que no la tenían los hombres de la tierra.

De este ambiente salieron narraciones inefablemente bellas, las de Deméter, Prosperina y Orfeo. La creencia en los dioses se daba por sentada, porque hasta Sócrates, cuando estaba por beber la cicuta, propuso un brindis, una libación, a los dioses para que le apresurarán el viaje de este mundo el próximo. Actitud parecida a la de Confucio.

Era menester que así fuese en aquel periodo. Desgraciadamente, no hay modo de saber qué actitud hacia el hombre y hacia Dios tomaría el espíritu griego en el mundo de hoy. El mundo griego pagando no era moderno, y el moderno mundo cristiano no es griego.

Rebánese los sesos, amigo lector. (O)

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