Reflotan problemas en Nicaragua / Fausto A. Díaz López
Cuando ascendió al poder el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ofreció para gobernar “honestidad administrativa y política exterior independiente”. En 1985 fue nombrado presidente el líder histórico: Daniel Ortega, amigo y admirador de Fidel Castro y seguidor de su estrategia de gobernabilidad. Éste consiguió la reelección consecutiva al enviar una propuesta al congreso para que se realice: “una Enmienda Constitucional que incluyera la figura de referendo revocatorio para todos los poderes del estado incluyendo el Parlamento”.
Este ciudadano con ayuda de sus incondicionales y utilizando mecanismos de presión hacia sus opositores y mediante “fallos judiciales cuestionados”, logró destituir diputados y consiguió ejercer mandatos consecutivos. De esta manera ha llegado a la presente fecha en la que tiene que enfrentar a una oposición que ha sembrado conciencia en el pueblo para que luche porque su país sea una República democrática”. El pretexto actual, utilizado para las marchas de protesta ha sido la reforma a la Ley de Seguridad Social que “aumenta los aportes entre el 11 y el 25 % de las cuotas de cotización de unos 700.000 trabajadores del sector formal y de los empresarios y que además, aplica un impuesto del 5% a los jubilados”.
El asunto, enardeció a los afectados e impulsó la protesta de sectores inconformes con la forma de gobierno impuesta por una pareja. Según los dirigentes de la protesta, “la reacción masiva contra Ortega marca el hartazgo de un modelo político autoritario y estatista que ha cambiado las leyes para perpetuarse en el poder. Domina y manipula la Asamblea Nacional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo Electoral, que es una dictadura bajo la fachada de democracia que ha aupado una rampante corrupción.
El enfrentamiento entre estudiantes y policías ya ha dejado decenas de víctimas mortales y heridos. Los ánimos siguen caldeados. Las barricadas en las principales ciudades no se han retirado. El problema de la seguridad social ha pasado a segundo plano. Ahora los líderes emblemáticos de la revolución de 1979 que derrocaron a la dinastía Somoza, están junto a los estudiantes y al pueblo que se ha convertido en oposición y luchan por reestablecer la democracia: “sin más armas que sus ideales”, para que Nicaragua vuelva a ser una república con una democracia limpia, con un gobierno del pueblo en el cual impere la libertad y justicia. Reclaman la renuncia de la pareja presidencial y la convocatoria a elecciones libres. Opinan que para salir de la crisis la única solución es la salida de Ortega del poder. Sólo de esta manera se frenarían los asesinatos o desapariciones de jóvenes o las torturas a las que ha sometido a estudiantes.