Reyes que no duermen / Luis Fernando Torres
No debió imaginarse, cuando era rey, que podría ser investigado por las fiscalías de Suiza y España y llevado a los tribunales ingleses, después de su abdicación. El principio de inviolabilidad era suficiente para darle tranquilidad, dado que, constitucionalmente, no era sujeto de responsabilidades por sus actos. Dado que el poder se parece a una rueda en movimiento, el todopoderoso rey del pasado, se encuentra ahora en un exilio voluntario en un país árabe, con la esperanza que pronto pasen los nubarrones judiciales. Es la triste e injusta historia del Rey Juan Carlos.
Le dio a España un régimen democrático sobre las cenizas del franquismo. Lo incorporó al mundo. Lideró la modernización del país. Lo mantuvo unido. Contribuyó a la derrota del terrorismo. Dejó un rey joven, íntegro y preparado en la Jefatura del Estado. Ayudó a las empresas de su país para que obtuvieran contratos en el extranjero, sobre todo, en los países árabes, donde contaba con amigos entre la realeza. Es muy significativa su aporte al desarrollo español.
Una vez caído en desgracia por las revelaciones de su amante alemana-inglesa, pocos son los que ahora le defienden y reconocen su inteligente y generosa contribución para el despegue español. La mayoría de sus antiguos correligionarios prefiere esconderse y los enemigos separatistas y terroristas no le dan tregua.
Al final, las investigaciones no prosperarán y tampoco llegará a sentarse en el banquillo de los acusados. Los cargos en su contra carecen de mérito judicial, por no encontrarse comprometidos recursos públicos sino donaciones privadas de reyes árabes.
Lo más grave es que utilizó empresas en paraísos fiscales para esconder los recursos y evadir el pago de impuestos. Se vio obligado a realizar una declaración tardía de impuestos, con el pago de las respectivas multas. Su nombre apareció, primero en los Panamá Papers, y, después, en los Pandora Papers.
En el Ecuador, la Contraloría archivó la investigación de los Pandora Papers y en la Asamblea no hubo votos suficientes para avanzar con el proceso en contra del Presidente, cuyo nombre apareció en la prensa mundial entre aquellos con empresas en paraísos fiscales.
Con la declaración tributaria tardía del Rey Juan Carlos y el archivo de la Contraloría en el caso del Presidente, el Rey emérito y el mandatario ecuatoriano deben haber recuperado la calma, pero no podrán dormir tranquilos. La tragedia de los jefes de Estado es la de no poder descansar en paz. Por ello, la Reina Isabel dejará de ser tal cuando se vaya de este mundo. Otros se hacen dictadores y se quedan hasta sus últimos días, como el habanero Fidel. (O)