Salvar diferencias
Hay diferencias entre conocer el camino y recorrer el sendero. Un mundo donde todo es posible no solo es frase de motivación, sino deseo que impulsa a mover músculos, despejar la mente y desplazar el cuerpo, en función de mejorar propias posibilidades de vida.
En este momento, ser parte del escenario, no implica solamente estar, actuar y sobrevivir. Demanda: proponerse, alcanzar metas, generar posibilidades excepcionales que <<a la hora de la verdad>> permitan ser y sentir distinto.
Caminar es una oportunidad y explorar es un desafío. Al hacerlo, la frecuencia vuelve al sendero costumbre y la huella que sobre él se impregna, presencia. Por ello, dar pasos sin prisa y con la mirada larga, fija en el horizonte hasta llegar al final, hará la diferencia.
Siendo generosos, cabe abundar que la memoria reconoce caminos advertibles: recurrentes unos, transitables otros, escabrosos algunos e impenetrables, probablemente un par de aquellos.
Pero en todos los casos, queda marcada una huella. Porque la pisada bordó el espacio del cuerpo al balancear el paso hacia adelante y, simultáneamente, dejó entrever la sombra que se dibuja al levantar el talón del pie postrero, en clara imitación para cambiar de posición y avanzar.
En esas circunstancias, pretender acceder a dominios no vividos, más que un reto, sería una vulgaridad que -con seguridad- colma de inquietud y ansiedad la marcha emprendida hacia lo desconocido. En el trajín, empoderarse de un descampado, puedo ser la mejor opción para recuperar fuerzas y continuar el trayecto.
Ahora bien, cuando debemos unir fuerzas para evitar ser arremetidos a mansalva, estamos obligados a ceder espacios, a pensar en función de todos y no solamente en propio beneficio.
Y cuando una encuesta “inverosímil” difunde como dato que un “porcentaje de ciudadanos” ha dicho que frente a la crisis que atravesamos, no sería para nada despreciable tener un gobierno autoritario. Es momento para señalar que ese es un tema pendiente -no resuelto- que sin duda ocuparía largas horas de análisis, ponderación y debate, sin olvidar que la vida en comunidad implica sacrificios y también recompensas.
¿Qué decir entonces de la secuencia de confabulaciones, amenazas y crímenes que a diario se difunde en los medios?
¿Qué, de los que arriesgan su bienestar y su tranquilidad, para preservar la paz?
¿Qué, de quienes convencidos que su participación electoral será determinante para sacar al país de la encrucijada y crisis que soporta?
Debemos responder esas inquietudes con serenidad y objetividad, para advertir qué propuesta calza y se ajusta al desafío nacional; y, se acerca a nuestras expectativas, considerando que el Sumo Pontífice, refiriéndose a las ideologías sostuvo “las dictaduras piensan por el pueblo… no dejan pensar al pueblo”.
Pero, esas expresiones cuidadosamente expuestas, se mantienen al filo de la democracia. Intentando un equilibrio. Sin mojarse. ¿Por qué ahogarse en un vaso de agua, solo para probar respirar en ella sin tener branquias o agallas?
El estatus, difícilmente se arriesga. No importa el ámbito: nacional o internacional.
Será por eso por lo que el argot popular, con objetividad acredita y advierte, a quien pretende y dice tener todas las soluciones en su mano que “no sea más papista que el Papa”. Ese indicio encamina una potencial decisión.
A escasos veinte días de la suigéneris elección, sigue siendo impredecible el resultado. Lo más seguro, es que no suceda lo que pensamos. Porque no dependemos solamente del voto, sino de la “escopolamina electoral” que lo acompaña, para adormecer conciencias y aletargar pasiones.
Por cierto, no faltará quien se aventure y diga cualquier cosa, incluso… “vivamos la fiesta en paz”. (O)
…/GUETANI. 1.08.2023