San Martín y Bolívar en 1822/ Luis Fernando Torres
El Libertador de Colombia recibió al Protector del Sur, en julio de 1822, en el pequeño puerto de Guayaquil, con todos los honores, en medio de cañonazos, salvas y marchas militares. El primer saludo les sirvió para conocerse personalmente y medirse. Las sospechas fueron recíprocas.
Se reunieron en cuatro ocasiones, durante los cinco días que estuvo San Martín en la ciudad que, el 9 de octubre de 1820, había alcanzado la independencia. No hubo testigos de lo que hablaron. De lo que sucedió después, los historiadores y biógrafos han dejado solamente conjeturas y especulaciones.
Bolívar llegó a Guayaquil con suficiente anticipación, flanqueado por 3.000 soldados. Destituyó a José Joaquín Olmedo, de las funciones de Presidente del Gobierno Provisional de Guayaquil, al ver en él al promotor de que Guayaquil se uniera a Lima y no a Colombia. Le permitió que presidiera el Consejo Electoral, una especie de convención constituyente guayaquileña, convocada por su iniciativa para resolver el destino de la ciudad independiente. Olmedo dirigió la primera sesión y, un día después de que San Martin saliera de Guayaquil con rumbo a Lima, también dejó el puerto para exiliarse en Perú. El Libertador le acusó de haber huido para evitar el juicio de residencia y no responder por su gestión como Presidente del Gobierno Provisional de Guayaquil.
Guayaquil se anexó a Colombia, San Martin pasó por Lima organizando el Congreso y se retiró del mando militar y, posteriormente, el ejército colombiano, al mando de Sucre, derrotó al ejército español en la célebre Batalla de Ayacucho. ¿Todo ello fue posible porque Bolívar logró doblegar a San Martín en las reuniones de Guayaquil? Al parecer, sí.
Bolívar tenía aquello que le faltaba a San Martín, ejército y ambición. No le proporcionó lo uno ni lo otro para derrotar a los 20.000 soldados españoles instalados en el vecino del sur. Prefirió ser él mismo quien liberara el Perú. Y lo logró. La gloria del triunfo quiso que fuera sólo para él.
Detrás de los grandes acontecimientos se encuentra hombres y mujeres extraordinarios, con ambición, voluntad, determinación y recursos que sólo ellos saben emplear con eficacia. San Martín reunió todas esas características hasta antes de llegar a Guayaquil y, por ello, mereció el título de Protector. Bolívar las conservó hasta el día en que vio disolverse la Gran Colombia con el fracaso del Congreso Admirable. De allí en adelante, en el camino a san Pedro Alejandrino, fue consumido por las enfermedades, la tristeza y la sensación de derrota, habiendo llegado a decir, “he arado en el mar”. (O)