Se nos va de las manos / John Tello Jara
Me encontraba circulando por la Avenida Cevallos un día normal entre semana, cuando a la altura de la calle Montalvo me sorprendió el semáforo en rojo, inmediatamente unas cuatro personas se acercaron a mi auto y sin solicitar permiso, lanzaron un líquido a mi parabrisas con el propósito de limpiarlo (creo yo); pese a que no deseaba ese servicio y ante mi insistencia de que no lo hagan, dos jóvenes con apariencia extranjera continuaron con su labor y finalmente tuve que entregarles USD 0,15 ctvs que era lo único que tenía en sueltos en ese instante.
Al reiniciar mi “travesía” y debido a la congestión, nuevamente me tomó el semáforo en rojo, en la calle Mera y, de inmediato unos jóvenes de similar descripción realizaron el mismo procedimiento, a lo cual les dije que “ya me habían limpiado el parabrisas” otros jóvenes una calle atrás, a lo que muy molestos dijeron, sí, pero no éramos nosotros, debe colaborarnos también; al ver mi negativa de cancelar por un servicio que no solicité y que ya lo realizaron otras personas unos segundos antes, sentí que algo pasó en mi vehículo y al llegar a casa me percaté que el lado lateral izquierdo de la puerta del chofer se encontraba “rayado”.
Entiendo que la situación de nuestros hermanos venezolanos en su país es dramática, ya que podemos ver en la pantalla chica y en medios de comunicación sobe su precaria situación económica (pese a que Venezuela es un país con muchas reservas petroleras); sin embargo los países sudamericanos les damos cabida, de alguna manera nos hemos acostumbrado a verlos y ayudarlos de diferente manera (recordando que Ecuador no es un país rico) pero llegar a niveles de agresión como el que les indico, me parece que merece accionar inmediato; aún se encuentra en mi mente los problemas que teníamos que lidiar los pasajeros con los señores vendedores en los buses de servicio público, cuando no les comprábamos sus productos, llegábamos a improperios e incluso a agresiones verbales y físicas. (O)