Sensatez y Sensibilidad / Guillermo Tapia Nicola
Este es el momento en el que, por, sobre todo, se impone la sensatez y la sensibilidad, a la hora de valorar acciones y tomar decisiones en salvaguarda de la sociedad ecuatoriana, sus intereses y su patrimonio.
La democracia, bien patrimonial que nos pertenece a todos, tendrá que ser resguardada y protegida en extremo. Al punto de, sacrificar intereses mezquinos para sostener la paz social.
No es tiempo de revanchismos absurdos y menos de desafueros cometidos en el escenario caótico de la confusión o la deficiente información. Estos “errores” como punto de partida no son tales, sino, hechos ejercitados a propósito, con un fin predeterminado y generalmente lacerante y destructivo.
La cualidad que tienen las personas que muestran buen juicio, prudencia y madurez en sus actos y decisiones, a la que reconocemos como sensatez, queda fuera de juego. En ningún caso podremos -presumir- que las decisiones “colgadas del derecho a la resistencia” se adoptan con sabiduría y cordura. Todo lo contrario, con precipitación y atropello, es más, sin remordimiento.
El más común de los sentidos, como vulgarmente se dice, “el sentido común” brilla por su ausencia. No se diga la capacidad o propensión natural para percibir sensaciones, sentir moralmente, emocionarse ante la belleza, reconocer los valores estéticos o sentimientos como el amor, la ternura, la solidaridad o la compasión.
En esta desazón de comportamientos individuales y colectivos, arrastrados por la ofuscación y la prepotencia, se abandona también la sensibilidad.
De otra parte, no se considera que, el ejercicio pleno de los derechos es una suerte de doble vía. Pues, en la medida en que se garantiza y ejerce uno de ellos, para una persona o un grupo de ellas, bien puede acontecer que se afecte, restrinja o menoscabe otro, de pertenencia o demanda radicada en otra u otras personas o colectivos sociales.
Me explico: El derecho a movilizarse y marchar en protesta implica, para unos, la demostración fehaciente del respeto al derecho a la resistencia, pero, las formas en que se realizan esas expresiones: la toma de calles, calzadas o carreteras, la interrupción de servicios públicos, la paralización laboral o de la movilidad de personas, alimentos y cosas, es claramente la demostración, también palmaria, de la afectación a otra u otras personas en el ejercicio pleno de sus derechos a trabajar y disfrutar de un ambiente sano y provisto de elementos y servicios públicos efectivamente prestados, amén de constituir, esa transgresión, uno o varios delitos contemplados en la legislación nacional vigente.
Dicho así, el Estado es el llamado a poner orden y a garantizar los derechos ciudadanos y, los gobernantes, las autoridades públicas, a tomar las decisiones correspondientes.
En esta gradación de cosas. Quienes manipulan y camuflan información e intencionalidad, para conseguir crear dificultades y caotizar el ambiente social, crear desazón, temor e inestabilidad, deben ser identificados y sometidos al proceso de investigación pertinente para que, el órgano jurisdiccional se pronuncie y sancione el cometimiento de infracciones o delitos.
No es posible ni permisible cerrar los ojos o hacerse de la vista corta, frente a estos atropellos afianzados en la insidia, la maquinación, la intriga y la zancadilla.
Tenemos un país que es responsabilidad de todos. De los muchos y de los pocos. De los que se sienten parte y de los que por sí mismos han resuelto apartarse. Porque este barco navega en mares turbulentos y en aguas sosegadas y remansos, con todos sus pasajeros y tripulantes; con el velamen desplegado para hacer suya la brisa y avanzar.
Que la paciencia y la templanza, nos prodiguen de serenidad y objetividad.