Serie la corrupción: una enfermedad social/ Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión



A partir de la presente entrega desarrollaremos una serie de artículos relacionados con el fenómeno de la corrupción, un mal que se ha transformado en una auténtica enfermedad social pues como una pandemia se ha ido extendiendo e infiltrando a todo nivel sin distingos de clase alguna, arrasando lo que encuentra a su paso y marchando soterradamente destruyendo de un golpe lazos familiares, de amistad y compañerismo.

La corrupción es un monstruo de múltiples cabezas con miles de brazos, algunos los podemos ver y muchos de ellos permanecen ocultos. Se alimenta de la debilidad humana y se convierte en una red que como una enorme telaraña atrapa a quienes por su bajeza se convierten en auténticos insectos, que nunca llegan a liberarse ni aún siquiera después de su inevitable extinción.

No siempre estamos conscientes de las dimensiones casi inimaginables de las redes de la corrupción, pero es cuestión de observar con cierto detenimiento para descubrir que son muy similares y de la misma naturaleza que las redes del narcotráfico o las de pornografía infantil.

Esto significa que al igual que ocurre en esos espacios ruines donde existen desde microtraficantes hasta los grandes zares de la droga, pasando por el ciudadano común y corriente como un joven estudiante o una ama de casa, así como un empresario aparentemente exitoso, también a la corrupción la encontramos a esos niveles y quizás peor porque se ha permeado lamentablemente en todas las estructuras de la sociedad.

No está sólo en las personas sino en instituciones que van desde simples agrupaciones vecinales, pasando por gremios, partidos políticos, iglesias, equipos de gobierno, Estados…

La forma de cómo un acto de corrupción se mimetiza es pasando como una acción considerada normal y hasta ético, debido a que muchas de las cosas que naturalmente considerábamos contrarias a cualquier principio básico, de pronto se vuelve en algo comúnmente aceptado. Entonces nos preguntamos ¿quién está en lo correcto y quién no.?

Lo que está ocurriendo es que de manera casi imperceptible esos valores y principios que siempre rigieron el comportamiento de las personas de bien, se fueron apartando de la vida cotidiana al punto de prácticamente haberlo perdido.

La corrupción es una enfermedad social contagiosa que hace que los corruptos corrompan a los demás. Degrada al ser humano, llevándolo a trastocar lo esencial por lo pasajero, a otorgar valor al antivalor, a sustentarse en lo material para olvidarse de su alma inmortal.

Es entrar en la obscuridad donde “los fines justifican los medios”, por lo cual se inventa cualquier cosa con tal de calmar el llamado de la conciencia, que paulatinamente se adormece hasta perder toda noción de ética y moral.

En un entorno corrupto, como lo señala Delia Steinberg Guzmán, todo se compra y se vende en la sociedad de consumo agresivo en la que vivimos, donde también las personas tristemente tienen un precio de mercado. Es así como vivimos en medio de esta otra pandemia. (O)

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