Sobrepeso, sociedad y alimentación
Seis de cada diez ecuatorianos mayores de dieciocho años sufren sobrepeso según el Programa Mundial de Alimentos, una cifra alarmante. A pesar de los esfuerzos realizados a través de las instituciones públicas y de las universidades, la población continúa aumentando las cifras de enfermos en consecuencia al consumo de una dieta incorrecta. La lista es larga si intentamos enumerar las patologías derivadas de una alimentación desbalanceada, ya sea por déficit o exceso de nutrientes. No obstante, los especialistas llevan años estudiando esquemas de nutrición, sin embargo, las transformaciones de la sociedad también tienen relación con el tipo de dietas ingeridas.
Aparte de los factores nutricionales, psicológicos, económicos se suma el entorno sociológico donde se desarrolla el individuo. Incluso la cultura y tradiciones de los pueblos, marca la variedad y cantidad de alimentos que consumimos, en este sentido las comidas populares de Ecuador son altas en carbohidratos como almidones y harinas refinadas. Además de que las proteínas son caras, los carbohidratos simples (de bajo costo), en especial los azúcares, actúan en el organismo causando dependencia debido a que segregamos más dopamina. El azúcar se ha constituido en la cocaína del siglo XXI.
Añadiendo los cambios culturales y sociales, el resultado es un individuo que se alimenta de forma inconsciente. El ecuatoriano no sabe decir “no”, ejemplo, cuando visitamos a las abuelitas quienes con todo su amor y cariño nos preparan la comida, es imposible negarse y decirles no. Comemos por hambre y placer, pocas personas nutren su cuerpo con porciones adecuadas o conocen cual es la cantidad correcta a fin de reponer las calorías desgastadas.
Ahora, si aumentamos el fenómeno de las redes sociales (tecnología), donde la mente busca la aceptación de los demás a través de los likes, comentarios y número de visitas; el cerebro humano está en modo de búsqueda de satisfacción y sino la encuentra se desglosan otras enfermedades como la ansiedad, depresión, hiperactividad, insomnio y trastornos alimenticios.
En este caos, es momento de detenerse a pensar, ¿comemos por gula o con el propósito de nutrirnos? Cada familia y hogar es responsable de despejar ésta y otras inquietudes, así se evitará posibles enfermedades relacionadas a la mala nutrición. Es necesario ser conscientes de lo que ingerimos y que mejor si se puede recibir asesoría de un profesional de salud. (O)