Sociedad condenada / Mario Fernando Barona
No creo que la corrupción en el Ecuador ha crecido o se ha incrementado, se ha destapado con fuerza arrolladora que es distinto, porque hoy, a diferencia de la época correísta, gozamos de libertad y autoridades más honestas e independientes que la persiguen, es esa la única razón por la que ahora mismo se escuchan y denuncian innumerables casos de corrupción a diferencia del pasado reciente.
Por eso, en virtud a que cada semana aparecen novedades con la corruptela sembrada a cada paso en nuestro país, a continuación analizamos sólo las dos últimas.
Muchos jueces, funcionarios, autoridades y hasta “honorables” se llenaban la boca con términos como ética y honestidad, pero por debajo -los vivarachos- se hacían pasar por discapacitados obteniendo en un 2×3 el carné que les favorecía. Con razón en el 2018 esos mismos asambleístas reformaron la Ley de Discapacidades “prohibiendo” la recalificación a quien ya tenga el carné y advirtiendo con sanción a quien lo haga. Ratificado por enésima vez que es en la AN donde se cuece la verdadera corrupción: se protegen ellos y protegen también a delincuentes comunes.
A renglón seguido, un nuevo escándalo que se avecina y que tiene que ver con la entrega privilegiada de becas de la Senescyt a parientes íntimos, familiares, allegados y amigos de la gallada correísta mientras fueron gobierno, un sinfín de directos beneficiarios tanto de becas para estudiar en el exterior como de cargos de representación diplomática en otros países, sin merecerlos.
Ayn Rand, fue una escritora rusa-americana, que, entre otras, escribió una de las obras más memorables de todos los tiempos: “La rebelión de Atlas”, altamente recomendable. Ella sentenció en el año de 1950 lo siguiente y que es como anillo al dedo para nuestra realidad: “Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo; y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada.”
Aún tengo la esperanza de no condenarnos como sociedad, salvo que por ahí sigan gritando “vuelve Correa”, en tal caso, lo tendría que afirmar sin temor a equivocarme: “esta sociedad está condenada”. (O)