Sólo la misa / P. Hugo Cisneros
En el culto católico la misa tiene un peso principal, de ella comienza y en ella termina todo acto de Evangelización. Comparo una reflexión que hace el Cardenal emérito de Sevilla, Mons. Carlos Amigo.
Primero, la misa. Después, la retransmisión a través de un medio de comunicación. La polvareda levantada ha sido de tal calibre que ha ido mucho más allá de la parrilla de la televisión. Se habla de la aconfesionalidad del Estado laico, de lo público y lo privado, de las creencias, de la libertad religiosa, de los privilegios de los católicos, del adoctrinamiento. Y está bien que se reflexione sobre todo ello para que las ideas sean más claras y los prejuicios sectarios desaparezcan.
Por supuesto que defiendo y deseo, faltaría más, que en la programación de la cadena pública haya un espacio para la misa dominical, igual que se ofrezca a otras confesiones religiosas.
La celebración de la misa es una acción de gracias a Dios por la obra realizada por su hijo Jesucristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, como dice el Apóstol. Todos están invitados, y bien que desearían asistir a la convocatoria, pero las propias limitaciones, de distinta naturaleza, se lo impiden. El medio -la televisión en este caso- rompe distancias y acerca a la comunidad reunida para celebrar el día de fiesta, dando gracias a Dios con oraciones, cánticos, escucha de la Palabra del Señor y súplicas por los vivos y por los difuntos. Se unen a Cristo y, con Él, se ofrecen, y, aunque no pueda ser más que de una manera espiritual, participan en la comunión del cuerpo y la sangre del Señor.
Como recordaba el papa Francisco, la eucaristía no es una oración privada ni una simple experiencia espiritual, “es un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús”. La eucaristía transforma la vida del creyente para que pueda estar en sintonía con el corazón de Cristo, convertirse en persona de perdón, de reconciliación, de caridad fraterna.
Recordando las palabras de San Pablo, a los que aman a Dios todo les sirve para el bien. También esta polémica, la de la misa televisada, puede ser un kairós, un tiempo y gracia de Dios para valorar lo que significa la eucaristía dominical para un cristiano. Manantial y cumbre de la vida de la Iglesia. Sacramento de fe, señal inequívoca de unidad, la motivación más profunda y eficaz para el amor fraterno. Sin el amor de Cristo que se entrega en la eucaristía, la caridad es altruismo y simple cooperación, la misión carece de finalidad y la comunidad es un grupo social más. (O)