Solo la verdad nos hará libres

Columnistas, Opinión

Escuchaba no hace mucho a una persona conocida, con pensamiento propio y distinto al mío decir que ya no lee nada de lo que se publica o difunde en las redes porque -de un tiempo a esta parte- todos sus conocidos, excepto él y alguien más, hablan con odio y muy fuertemente en contra de “su líder y su candidata”.

Entonces me propuse imaginar lo que significaría construir una propuesta de país que incluya las dos miradas, vale decir: la del supuesto odio y la del odio mismo. Porque no escapará a la suspicacia del más ingenuo que, aquella manifestación defensiva es en realidad una expresión de ataque-victimización, tan reconocida, recurrente y disparatada que no admite consideración. 

Pero, a lo que importa. La necesidad de edificar una propuesta inclusiva y diametralmente opuesta, como algunos demandan desde sus esquinas “dardos punzantes”, no es sino un imposible que intenta distraer, más que atraer buenas vibraciones e impulsos.

Los hechos son evidentes y claros. Pretender ocultar un nuevo episodio de fraude resulta impropio hasta para el causante, no se diga para el incrédulo que con ojos de bondad aboga por la presentación de la otra mejilla. 

Es tiempo, por lo demás, para retirarse la venda de los ojos y apuntalar las acciones que fueren menester para asegurar un comportamiento -por lo menos cercano a la dignidad- de parte del consejo electoral que, ante las evidencias, disimula y esquiva la respuesta. 

El país y los ciudadanos no podemos permitirnos el lujo de que nos sigan metiendo la mano al bolsillo y nos escamoteen resultados en procura de una imagen aparentemente igualitaria que -abiertas las urnas- no resistiría la más simple de las pruebas: contar los votos. 

¡Que nos queda!  Seguir en nuestro empeño por la construcción colectiva de mejores días a partir de un gobierno comprometido con la verdad, la superación y la honestidad. 

Esos tres pilares son el basamento suficiente de una propuesta incontrovertible de cambio y respeto que, en tan corto tiempo de ejercicio gubernativo, ha dado muestras suficientes de dignidad y entereza. 

El ruido ensordecedor del silencio es la peor de las pesadillas que podamos tener los ecuatorianos si nos mantenemos en él bálsamo tranquilo de la ignorancia y la sumisión. 

¡A despertar entonces!  A conseguir adhesiones y respaldos a nuestra tesis de país y, de seguido, a colocarse la camiseta del control electoral en cada una de las juntas para que no vuelva a ocurrir lo que ya conocemos de sobra. 

¡Unidos, somos un ejército invencible de verdad!   Juntemos esfuerzos en la única opción realista que tenemos y no dejemos que las sombras del pasado nos vuelvan a cubrir de ignominia. (O) 

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